sábado, 21 de mayo de 2016

“Lo bailado, nadie se lo quita”

Rudolf Nureyev
“Lo bailado, nadie se lo quita”

Una buena definición de éxito es el ser feliz con lo que haces, de ahí la importancia de encontrar eso que te hace feliz, por lo que te levantas cada mañana, que te motiva, y que buscas seguir hasta que se haga una realidad, venciendo obstáculos, no haciendo caso a los demás que no puedes o que no lo vas a lograr, etc. y un caso que puede ilustrar esto, es el de una persona entregada en cuerpo y alma a lo que más amaba y lo hacía feliz: Rudolf Nureyev, el bailarín ruso que logró la fama y el éxito bailando y bailando y bailando…

Compilado por Graciela Sepúlveda

Rudolf Khametovich Nureyev nació en un tren Transiberiano cerca de Irkutsk, Siberia, Unión Soviética, el 17 de marzo de 1938 y sucedió durante un viaje que hizo su madre Feride, para visitar a su marido quien estaba sirviendo en el ejército rojo en otra ciudad. Rudolf fue el cuarto hijo y único varón de su familia. Las condiciones en las que vivían no eran buenas: la comida era escasa, los caminos estaban sin pavimentar y los inviernos eran muy largos y el frío tan intenso que Nureyev alguna vez dijo que cuando su nariz escurría, el moco se convertía en hielo. Todo el mundo sufría penurias pero los Nureyevs eran más pobres que otros. Su principal alimento eran papas cocidas, y cuando iba a la escuela se reían de él por no tener zapatos y por usar uno de los abrigos de sus hermanas.


Sin embargo, la ciudad tenía un teatro de ópera con un buen nivel, así que en la víspera de Año Nuevo de 1945, la mamá de Rudolf, con un solo boleto, pasó de contrabando a todos sus hijos para que vieran el ballet “Song of the Cranes” que venía de Leningrado. Inmediatamente Rudolf decidió que iba a ser un bailarín. La relación con su padre no era muy buena debido a la ausencia de este, sin embargo, a pesar de las negativas de su padre para que se dedicara a esto, Rudolf estaba decidido y nadie lo detendría.

De pequeño empezó a bailar en espectáculos folclóricos, sus maestros observaron sus dotes y lo animaron a estudiar en Leningrado. Por esos días llegó a su ciudad una gira del ballet Bolshoi, hizo una prueba con ellos y lo aceptaron, sin embargo, buscando siempre lo mejor, Rudolf consideró que la mejor escuela era el Ballet Kirov, así que abandonó la compañía de la gira y compró un boleto a Leningrado, sede del Kirov.

Allí hizo una prueba y fue aceptado con el comentario "te convertirás en un bailarín muy brillante o en un fracaso total - y muy probablemente en un fracaso". Afortunadamente no hizo caso a ese comentario, y aunque sabía que ya iba tarde, pues a sus 17 años le faltaban algunas habilidades que sus contemporáneos habían adquirido al haber ingresado siete años antes, esto para él significó un gran reto para ganar conocimiento, control y comprensión y a la vez sin perder la espontaneidad y la individualidad de su talento natural. Durante los siguientes tres años Rudolf se enfocó duramente en practicar fuera de clases los pasos que encontraba más difíciles, decidido a alcanzar y superar a los demás. Sin embargo era rebelde y desafiaba reglas que le parecían tontas como ausentarse de la residencia, que estaba penalizado, para ir a ver cada actuación que podía en el teatro Kirov. Nureyev se ganó la reputación de ser difícil, afortunadamente se encontró con un maestro excepcional, Alexander Pushkin, quien al ver su determinación y capacidad de trabajo intenso lo fue guiando sacando de él todo su potencial.

Después de su graduación Rudolf continuó con el Kirov y pasó a convertirse en solista.

Poco después, se lesionó un tobillo, pero pronto volvió al escenario a pesar de la opinión del médico de que nunca volvería a bailar. A partir de entonces, a lo largo de su carrera tuvo dolor y una susceptibilidad a problemas en el tobillo que habría disuadido a cualquiera menos determinado y persistente que él, eso nunca lo venció.

Durante tres años con el Kirov interpretó quince diferentes papeles (incluyendo Don Quijote, Giselle, La Bayadera, La Bella Durmiente El Lago de los Cisnes), además de otros que ya había hecho como estudiante. Muy pronto tuvo un club de fans deseosos de ver cada una de sus prestaciones. Ellos admiraban la pasión de su danza y el hecho de que muchas veces hacía sus propias interpretaciones en cada ballet. También rediseñaba algunos de los trajes (pero primero pedía aprobación) y discutía con los profesores o directores de ensayo, a veces saliendo del estudio para practicar por su cuenta.

A finales de la década de 1950, Nureyev se había convertido en una sensación en la Unión Soviética. Sin embargo, aunque el Ballet Kirov estaba preparando una gira por Europa, el carácter rebelde de Nureyev y su actitud inconformista lo hicieron un candidato poco probable para un viaje a Occidente, ya que este viaje iba a tener una importancia crucial para las ambiciones del gobierno soviético, pues con él quería hacer retratar su supremacía cultural. Sin embargo, en 1961, el bailarín principal del Kirov, Konstantin Sergeyev se lesionó y Nureyev fue elegido para sustituirlo en la gira europea del Kirov, no cabe duda, cuando propicias las cosas, éstas se te dan. En París, sus actuaciones electrificaron al público y a la crítica.

Sin embargo su rebeldía se hacía presente, en lugar de regresar obedientemente al hotel después de cada función, salía a divertirse con bailarines franceses y de otras partes, y aunque uno o dos bailarines del Kirov hacían lo mismo, Nureyev fue el que causó alarma entre los agentes encargados del tour.

Cuando todo el mundo llegó al aeropuerto para seguir con el tour a Londres, a Rudolf le dieron un boleto a Moscú y le dijeron que lo necesitaban para una gala, como esto no funcionó, le dijeron que su mamá estaba muy enferma y que después los alcanzaría nuevamente en Londres, incrédulo, estaba seguro de que no le volverían a permitir salir de Rusia y se enfrentaría al descenso de su carrera de vuelta a casa.

Decidió pedir asilo y logró avisar a los amigos que habían ido a despedirlo. Le dijeron a la policía francesa, quien explicó que Nureyev debía acercarse personalmente, lo hizo y se le concedió permiso para permanecer en Francia. Las autoridades rusas a partir de entonces hicieron todo lo posible para desacreditar al "desertor", y en su ausencia fue condenado a prisión. Durante muchos años todos sus viajes los tenía que hacer con documentos temporales, pero con el tiempo se le dio la nacionalidad austriaca, y aunque por años le pidió al gobierno soviético que los dejaran visitar a su madre, no se lo permitieron hasta 1987, cuando su madre estaba muriendo y Mikhail Gorbachev consintió la visita.

Apenas llevaba una semana en París cuando fue contratado por el “Grand Ballet du Marquis de Cuevas” y ya estaba representando “La Bella Durmiente”.

Poco después se fue a Londres donde le ofrecieron un contrato para unirse al “Royal Ballet” como Bailarín Principal. Su primera aparición fue junto a Margot Fonteyn en 1962 y con quien formó una sociedad que duró hasta 1988 en que bailaron juntos por última vez, ella tenía 69 años y él 50. Nureyev se quedó con el Royal Ballet hasta 1970.

Cuando el Royal Ballet necesitaba un nuevo director en 1977, Nureyev era uno de los nombres considerados, pero rechazó la oferta porque quería seguir bailando y así lo hizo hasta que en 1983 se le ofreció el cargo de director de ballet en la Ópera de París, aceptó y lo mantuvo durante seis años hasta que llegó una nueva administración. Con este nuevo cargo pudo seguir bailando en otras partes del mundo siempre y cuando pasara seis meses al año en París.

Las reacciones expresadas por los bailarines franceses al trabajar con él fueron: “Es una gran inspiración.... él hizo el trabajo muy emocionante y satisfactorio.... siempre ayuda a cualquier bailarín que se lo pide, y cuando tenemos cualquier problema siempre podemos ir con él y obtener una respuesta honesta.”

Mientras participaba en todas estas actividades de danza, Nureyev se hizo tiempo para actuar en dos películas, “Valentino” y “Exposed” ninguna de ellas, por desgracia, muy buena, aunque defendió bien sus papeles, y explicó que “encontró una poca de dificultad en un papel sin bailar, porque gran parte del ballet implica actuar”.

Además de bailar algunos de sus amigos músicos le sugirieron que se lanzara también como director de orquesta dada su devoción a la música, se preparó y dio algunos conciertos con una orquesta vienesa, pero fue en Nueva York donde después de conducir la orquesta, fue aplaudido por los propios músicos y ovacionado por todo el público.

Su última producción fue en la Ópera de París “La Bayadère” en septiembre de 1992.
Rudolf Nureyev murió el 6 de enero de 1993. Después de dejar bien provistas a sus hermanas, dejó el resto de su herencia a dos fundaciones, una para ayudar a los bailarines jóvenes y otra para proveer de servicios médicos a los bailarines. Pero lo mejor que dejó fue un grato recuerdo en un número incalculable de personas que lo habían visto bailar o que habían trabajado con él.

Rudolf Nureyev, un hombre exitoso que desde que encontró su vocación a los 7 años la siguió con determinación, perseverancia y entrega, que supo usar su rebeldía e inconformismo para hacer mejor su trabajo, que continuó haciendo lo que amaba a pesar de que le habían dicho que ya no volvería a bailar y prefirió aguantar el dolor toda su vida con valentía, pero con el gozo de su realización personal. Rudolf Nureyev, un ícono del baile que supo cruzar las fronteras entre el ballet clásico y el baile moderno, ejecutando maravillosamente ambos y haciendo grandes avances en la obtención de la aceptación de la danza moderna en el ámbito del “ballet clásico”.






Algunas muestras del talento de Rudolf Nureyev:

Rudolf Nureyev In Great Solo


Nureyev Le Corsaire