domingo, 31 de diciembre de 2017

El viaje en taxi que nunca olvidaré… / The Cab Ride I'll Never Forget…

Tenemos una historia que contarte…
We have a story to tell...
(Please read this story below the Spanish version)


Hace veinte años conducía un taxi para ganarme la vida. Una vez llegué a mitad de la noche para recoger a alguien en un edificio que estaba a oscuras, excepto por una sola luz en una ventana de la planta baja.

En estas circunstancias, muchos conductores tocaban el claxon una o dos veces, esperaban un minuto, y luego se iban. Pero yo había visto a demasiadas personas pobres que dependían de los taxis como su único medio de transporte. A menos que una situación oliera a peligro, yo siempre iba hasta la puerta. Este pasajero podría ser alguien que necesitara mi ayuda, pensé. Así que me acerqué a la puerta y toqué.
"Un momento," contestó la voz frágil  de una anciana.

Podía escuchar que algo se arrastraba por el suelo. Después de una larga pausa, la puerta se abrió. Una pequeña mujer de unos 80 años apareció frente a mí. Llevaba un vestido estampado y un sombrero con un velo puesto en él, como alguien salida de una película de 1940. A su lado había una pequeña maleta de nylon.

El departamento se veía como si nadie hubiera vivido en él durante años. Todos los muebles estaban cubiertos con sábanas. No había relojes en las paredes, ni adornos o utensilios en las mesas. En la esquina había una caja de cartón llena de fotos y cristalería.

"¿Llevarías mi maleta hasta el coche?" preguntó ella. Llevé la maleta al taxi, y luego regresé para ayudar a la mujer. Ella me tomó del brazo y caminamos lentamente hacia la acera. Siguió dándome las gracias por mi amabilidad.

"No es nada", le dije. "Yo sólo intento tratar a mis pasajeros de la forma en que me gustaría que trataran a mi madre."
"Oh, eres un buen chico", dijo. Cuando llegamos al taxi me dio una dirección y luego preguntó: "¿Podría usted conducir por el centro?"
"No es el camino más corto", le respondí rápidamente.
"Oh, no me importa", dijo. “No tengo prisa. Estoy en camino a un asilo."

Miré por el espejo retrovisor. Sus ojos brillaban.
"No tengo familia", continuó. "El doctor dice que no me queda mucho tiempo."
Tranquilamente alcancé y apagué el taxímetro. "¿Qué ruta le gustaría que  tomara?" Le pregunté.

Durante las siguientes dos horas, viajamos a través de la ciudad. Me mostró el edificio donde había trabajado como operadora de ascensor. Pasamos por el barrio donde ella y su esposo habían vivido cuando eran recién casados. Me hizo parar enfrente de un almacén de muebles que había sido un salón de baile donde había ido a bailar cuando era una jovencita.
A veces me pedía que disminuyera la velocidad frente a un edificio en particular o una esquina y se sentaba mirando hacia la oscuridad, sin decir nada.
Cuando el primer atisbo de sol se asomaba en el horizonte, repentinamente dijo: "Estoy cansada. Vayamos ahora."

Nos dirigimos en silencio a la dirección que me había dado.

Era un edificio de una sola planta, como una pequeña casa de convalecencia, con un camino que pasa por debajo de un pórtico. Dos camilleros salieron hacia el taxi tan pronto como llegamos. Eran solícitos y atentos, observando todos sus movimientos. Deben haberla estado esperando. Abrí la cajuela y dejé la pequeña maleta en la puerta. La mujer ya estaba sentada en una silla de ruedas.
"¿Cuánto le debo?" -preguntó, metiendo la mano en su bolso.
"Nada", le dije.
"Hay que ganarse la vida", respondió ella.
"Hay otros pasajeros".
Casi sin pensarlo, me incliné y le di un abrazo. Ella se aferró a mí con fuerza.
"Le diste a una anciana un momento de alegría", dijo. "Gracias."
Apreté su mano, y luego entró con la luz de la mañana. Detrás de mí, una puerta se cerró. Era el sonido una vida que se apaga.
No recogí más pasajeros en ese turno. Conduje sin rumbo, perdido en mis pensamientos. Durante el resto de ese día, casi no pude hablar. ¿Y si a esa mujer le hubiera tocado un taxista malhumorado, o uno que estuviera impaciente por terminar su turno? ¿Qué si me hubiera negado a tomar la llamada, o hubiera tocado el claxon una vez y luego me hubiera ido?
En un repaso rápido, no creo que hubiera hecho algo más importante en mi vida. Estamos condicionados a pensar que nuestras vidas giren en torno a grandes momentos. Pero los grandes momentos  nos encuentran a menudo desprevenidos, bellamente envueltos en lo que otros pueden considerar una pequeñez.

Kent Nerburn

El autor ha confirmado que esta historia es verdadera. Para obtener más escritos inspiradores por Kent Nerburn ve a su página web: http://kentnerburn.com. La historia anterior fue tomada de su libro “Hazme un instrumento de tu paz”. Para adquirir el libro da “Clic aquí”.

Publicada originalmente en Internet en Insight Of The Day de Bob Proctor

Adaptación al Español:
Graciela Sepúlveda y Andrés Bermea

Here the English version…

The Cab Ride I'll Never Forget

Twenty years ago, I drove a cab for a living. One time I arrived in the middle of the night for a pick up at a building that was dark except for a single light in a ground floor window.

Under these circumstances, many drivers would just honk once or twice, wait a minute, then drive away. But I had seen too many impoverished people who depended on taxis as their only means of transportation. Unless a situation smelled of danger, I always went to the door. This passenger might be someone who needs my assistance, I reasoned to myself. So I walked to the door and knocked.
"Just a minute," answered a frail, elderly voice.

I could hear something being dragged across the floor. After a long pause, the door opened. A small woman in her 80's stood before me. She was wearing a print dress and a pillbox hat with a veil pinned on it, like somebody out of a 1940s movie. By her side was a small nylon suitcase.

The apartment looked as if no one had lived in it for years. All the furniture was covered with sheets. There were no clocks on the walls, no knickknacks or utensils on the counters. In the corner was a cardboard box filled with photos and glassware.

"Would you carry my bag out to the car?" she said. I took the suitcase to the cab, then returned to assist the woman. She took my arm and we walked slowly toward the curb. She kept thanking me for my kindness.

"It's nothing," I told her. "I just try to treat my passengers the way I would want my mother treated."
"Oh, you're such a good boy," she said. When we got in the cab, she gave me an address, then asked, "Could you drive through downtown?"
"It's not the shortest way," I answered quickly.
"Oh, I don't mind," she said. "I'm in no hurry. I'm on my way to a hospice."

I looked in the rear view mirror. Her eyes were glistening.
"I don't have any family left," she continued. "The doctor says I don't have very long."
I quietly reached over and shut off the meter. "What route would you like me to take?" I asked.

For the next two hours, we drove through the city. She showed me the building where she had once worked as an elevator operator. We drove through the neighborhood where she and her husband had lived when they were newlyweds. She had me pull up in front of a furniture warehouse that had once been a ballroom where she had gone dancing as a girl.
Sometimes she'd ask me to slow in front of a particular building or corner and would sit staring into the darkness, saying nothing.
As the first hint of sun was creasing the horizon, she suddenly said, "I'm tired. Let's go now."

We drove in silence to the address she had given me.

It was a low building, like a small convalescent home, with a driveway that passed under a portico. Two orderlies came out to the cab as soon as we pulled up. They were solicitous and intent, watching her every move. They must have been expecting her. I opened the trunk and took the small suitcase to the door. The woman was already seated in a wheelchair.
"How much do I owe you?" she asked, reaching into her purse.
"Nothing," I said.
"You have to make a living," she answered.
"There are other passengers."
Almost without thinking, I bent and gave her a hug. She held onto me tightly.
"You gave an old woman a little moment of joy," she said. "Thank you."
I squeezed her hand, then walked into the dim morning light. Behind me, a door shut. It was the sound of the closing of a life.

I didn't pick up any more passengers that shift. I drove aimlessly, lost in thought. For the rest of that day, I could hardly talk. What if that woman had gotten an angry driver, or one who was impatient to end his shift? What if I had refused to take the run, or had honked once, then driven away?

On a quick review, I don't think that I have done anything more important in my life. We're conditioned to think that our lives revolve around great moments. But great moments often catch us unaware-beautifully wrapped in what others may consider a small one.

Kent Nerburn

The author has confirmed that this story is true. For more inspiring writing by Kent Nerburn go to his website: http://kentnerburn.com.  The above story is taken from his book “Make Me an Instrument of your Peace”, you can get your copy by clickinghere.

Originally published on Insight Of The Day from Bob Proctor

sábado, 30 de diciembre de 2017

Yo soy una emprendedora social...



Compilado por Graciela Sepúlveda

Hoy les compartimos la semblanza de una gran mujer, a quien el dolor por la pérdida de su hijo y de un bebé cuya madre no tuvo los recursos para que su hijito viviera, la hicieron dar un giro de 180 grados en su vida y buscar una solución a tanta mortalidad infantil en Cartagena, Colombia, muchas veces las grandes tragedias sacan lo mejor de nosotros, aquí les presentamos a Catalina Escobar…

Catalina Escobar Restrepo nació en Bogotá, Colombia. Siendo aún todavía muy pequeña, Catalina traía niños de la calle y les festejaba los cumpleaños en el garaje de su casa. Les hacía sombreros con papel periódico y recolectaba las sorpresas que le daban en sus fiestas y se las entregaba. Siempre ha tenido una profunda necesidad de impedir la injusticia.

Catalina es graduada de Administración de Empresas de la Clark University en Estados Unidos en 1993. También cursó estudios en Europa y Japón (Kansai Gaidai University-Osaka) además de un Master en Bussiness Administration en el INALDE de Colombia. Se desempeñó por varios años en el sector financiero con gran éxito.

Cuando tenía 30 años se fue a vivir a Cartagena con su marido y sus dos hijos chiquitos. De inmediato la conmovió la pobreza de la ciudad y se propuso ayudar. Un día fue a dejar la ropa que ya no les quedaba a sus hijos a la Clínica de Maternidad Rafael Calvo, un hospital materno neonatal que atiende la mitad de los partos de la ciudad. Cuando conoció el hospital se aterró de su pobreza y se ofreció para ayudar, entonces comenzó a ir dos veces por semana. Tenían 2 incubadoras y 45 cunas con dos bebes durmiendo en cada cuna. Catalina comenzó a trabajar como una mano materna, cargando bebés, cambiándolos, observando y leyendo las historias clínicas.

Cuando su hijito Juan Felipe tenía un año y 4 meses su marido le dijo que debían volver a Bogotá. Entonces Catalina fue al hospital a despedirse y acomodó entre sus brazos a un bebé de 12 días de nacido que había llegado al hospital muy enfermo. Acababan de reanimarlo pero el bebé ya estaba muy grave pues su mamá no había conseguido los 60,000 pesos colombianos (30 dólares) que necesitaba para atender a su bebé. La criatura se murió en los brazos de Catalina y ella debió decirle a la mamá que su hijo había muerto. Lo único que la mujer decía era: “No alcancé a conseguir los recursos. No alcancé a conseguir los recursos”. Todavía con el bebé sin nombre en sus brazos, Catalina se dio cuenta que en ese momento ella tenía exactamente 60,000 pesos (30 dólares) pesos en su bolsa.

Cuatro días más tarde, el viernes 20 de octubre del año 2000, Catalina acababa de salir de su casa. La gente que le preparaba la mudanza dejó unas cajas junto al balcón donde vivían en el octavo piso, Juan Felipe, que aún no tenía año y medio, salió a la terraza, trepó por encima de las cajas y cayó al vacío. Juan Felipe murió debido a una contusión cerebral que le causó una hemorragia interna.

--Me quedo --le anunció a Guillo Gómez junior, su marido--. Aquí hay que hacer algo. Esto es un aviso de Dios dijo Catalina "No quería que ninguna madre sintiera el mismo dolor, así que actué".
--Nos quedamos --le contestó él.

Catalina renunció a su trabajo con una empresa americana de comercio. Vendió sus acciones de la misma empresa, recogió el dinero y se lo entregó a su marido diciéndole que ese sería el último aporte económico que le haría a su familia y se dedicaría por completo a la filantropía. En ese momento se llevaba a cabo el Desarrollo del Milenio, en el que los países pertenecientes a la ONU se reunieron para marcar ocho objetivos que deberán cumplirse para el final de 2015. Catalina se concentró en Mortalidad Infantil y Embarazo en Adolescentes. Comenzó a estudiar las cifras en Cartagena y notó que tenía la mortalidad más alta de todo el país, 69.7 muertes por 1,000 nacimientos, (en Estados Unidos es 6 por 1,000 nacimientos) y que doblaba la media nacional. Viajó entonces al Hospital de Anaheim, en California, que tiene la tasa más baja de mortalidad infantil en todo el hemisferio y comprendió que su éxito se basaba en tres cosas: Protocolos, equipos médicos y staff. Cogió esta ecuación y se la llevó para aplicarla en Cartagena.

Catalina inició la Fundación Juan Felipe Gómez Escobar, en honor de su hijo fallecido, que comenzó a funcionar en el año 2002. Ella asegura que los primeros 7 años de la operación fueron críticos, nadie daba un peso por ella. “Es que yo tampoco creería en una loca a la que se le acaba de morir un hijo” dice. Le preguntó entonces a su papá qué amigos suyos, presidentes de compañías, le debían favores, y así empezó. Catalina decidió que ninguna mujer podía perder a su hijo por no tener dinero, cualquiera que fuera la suma. En los seis primeros años bajaron la mortalidad infantil de Cartagena en un 80%. y han salvado las vidas de 3,282 bebés. “Ya me creen, ¡hace 10 años no me creían!” Catalina atiende partos de madres adolescentes, entra a las cirugías, opina como si fuera médico y regaña. “¡Es que estas niñas son bebés cargando bebés!”, pues se presentan embarazos desde los 12 años.

La atención a las madres es otro de los ejes fundamentales en los que se cimienta la Fundación Juan Felipe Gómez Escobar, "su segunda línea de actuación". "Cuando una joven queda embarazada pasa a ser considerada como basura de la sociedad. Nosotros les ayudamos a transformarse en motor de desarrollo", comenta Catalina. En esa línea, los más de 70 profesionales que trabajan en la fundación se encargan de "rescatar" de las calles a las adolescentes embarazadas y proporcionarles atención.

Reclutamos niñas para nuestro programa con el fin de ayudar a romper este ciclo de pobreza. Es exigente y no es fácil de conseguir ingresar. Las niñas deben estar embarazadas por primera vez, tener no más de 19 años, vivir en pobreza extrema, y saber leer y escribir. Les hacen un largo examen psicológico, porque sólo quieren niñas que sean lo suficientemente fuerte como para no abandonar los estudios. Ellas van a la fundación diariamente para el cuidado de su niño, darles habilidades para la vida, atención médica, educación y capacitación para el trabajo, sus bebés tienen asegurados 5 años de atención médica de todo a todo.

"Todo el proceso con ellas dura entre dos y cuatro años, hasta que puedan labrarse un futuro por sí mismas. Entran de una manera y salen necesariamente de otra", aclaró Catalina.

Para la empresaria colombiana, "en una sociedad machista como la de Cartagena es mucho más efectivo empoderar a una mujer que cambiar la mentalidad masculina".

"Al no tener acceso a la educación se les excluye socialmente y dedican su vida a tener hijos. En el momento en el que son conscientes de lo que valen y de que pueden hacer cosas por sí mismas se produce el cambio y no hay vuelta atrás", subrayó.

Bajo esas premisas, la Fundación ha conseguido que desde sus comienzos, el 92 por ciento de las jóvenes que han atendido "ahora mismo están estudiando o trabajando", y el 100 % de ellas mejoraron su situación económica, así como el 100% de ellas tienen un proyecto de vida definido.

Las jovencitas pueden terminar preparatoria ahí mismo, tomar clases de computación o aprender algún oficio como costura, belleza, cocina, o hacer joyería. Las adolescentes también fabrican y venden productos en la panadería del centro, lo que ayuda a financiar el programa, y la fundación ofrece microcréditos para ayudarlas a iniciar sus propios negocios. También les ayudan a las mamás a encontrar trabajo o les proveen becas que les permiten continuar su educación. Las jóvenes regresan al centro cada semana para que el equipo de Catalina pueda dar seguimiento a su progreso y asistirlas con cualquier problema. En dos a cuatro años Catalina espera que sus niñas sean proveedoras de sus familias y se encaminen a una mejor vida. Dos terceras partes que completan el programa han encontrado trabajo. Catalina cree que el cambio en la actitud es lo que ayuda a estas jóvenes madres a tener éxito a largo plazo. Para ella, cada niña que ayuda es una causa para celebrar.

También la Fundación Juanfe se ha preocupado por la prevención del embarazo en niñas y adolescentes, por lo que en el 2016 implementaron un programa para ello beneficiando a un total de 4,320 niñas, niños y adolescentes.

Catalina dice que su Fundación es igual a una empresa privada. “Yo soy una emprendedora social. Las fundaciones que trabajan con pobres piensan como pobres, y ese es un problema contra el cual yo peleo constantemente. Si tú a los pobres les entregas pobreza, se te devuelve la miseria. Pero si tú a los pobres les das lo mejor de tu talento, les entregas dignidad, reglas de juego claras y los respetas, se te revierte positivamente y se te multiplica”.

Catalina sostiene que a la pobreza no se la debe mirar desde arriba, se debe mirar de frente. En la Fundación Juan Felipe Gómez Escobar, a diferencia de otras fundaciones, no pobretean la pobreza, al contrario, la dignifican.

En septiembre de 2011, la Fundación inauguró en Cartagena su nueva sede, El Complejo Social, un macro proyecto que permitió ampliar la capacidad instalada, la calidad de los servicios y el impacto generado en la ciudad. Este proyecto tiene 12,000 m2 entre aulas, cafetería, oficinas administrativas, talleres productivos, CIDI (Centro Integral de Desarrollo Infantil), centro médico, zonas verdes y estacionamientos.

Catalina Escobar ha recibido muchos reconocimientos por su destacada labor en el sector social. En su país fue reconocida como una de los 100 líderes más importantes de la sociedad, y por haber quedado entre las 10 finalistas, de entre 45,000, del concurso Héroe del 2012, del canal CNN, la Fundación Juan Felipe Gómez Escobar se ganó 50,000 dólares.

El 29 de agosto del 2013, Catalina Escobar fue premiada como una de las Mejores Líderes de Colombia, en la ceremonia de premiación comentó que su modelo se replicará en Medellín, Colombia, en Panamá, en Chile y en México, en Panamá ya está en acción  pues ya se graduaron 10 adolescentes y otras 14 se encuentran estudiando, se espera pronto iniciar en Santiago de Chile y en Quintana Roo en México.

En mayo del 2015, Catalina ganó el premio “Emprededora Social del 2015” por el Foro Económico Mudial y la Fundación Schwab, premio que recibió en la Riviera Maya frente a 1,500 líderes de opinión, empresarios y gobernantes.

"Soy una apasionada de la fundación porque estamos viendo progreso.... Estamos cambiando la vida de estas chicas", dijo Catalina. "Me despierto cada mañana pensando: ¿Qué más puedo hacer para ayudarlas?"

Catalina Escobar, es una mujer de éxito, pues vive plenamente su vocación, encontró el sentido y propósito de su vida, y que gracias a su Fundación ha logrado romper los ciclos de pobreza a partir de la transformación social y del interior de las personas, que hasta la fecha ha salvado 3,282 niños de la muerte por falta de recursos, y que ha ayudado a más de 2,000, jovencitas embarazadas que vivían en condiciones infrahumanas, ella les dio dignidad, les dio atención y cariño y con todo eso ha transformado y seguirá transformando la sociedad colombiana y muchas sociedades más donde se replique su modelo. Una mujer que pasó de ser exitosa a nivel comercial, a ser mucho más exitosa a nivel humano y de servicio a los demás, lo que le ha dado una felicidad y realización que nunca había imaginado. Bien por ella y por todos los que la ayudan con este maravilloso proyecto de vida.

Puedes conocer más de esta maravillosa fundación en: https://juanfe.org/

viernes, 29 de diciembre de 2017

Piensa en grande… / Think big…

“Debes pensar en grande para ser grande.”

“You have to think big to be big.”


Nacido en 1891, Claude M. Bristol fue un inversionista y banquero norteamericano. Sirvió como soldado en la 1a Guerra Mundial en Francia y Alemania. Trabajó en el periódico del ejército, Barras y estrellas hasta 1919. Su libro más conocido es The Magic of Believing (La magia de creer), publicado en 1948, que ha vendido más de un millón de copias, y es ampliamente considerado como un clásico de la prosperidad.

Born 1891, Claude M. Bristol served as a soldier in WW1 in France and Germany. He worked on the army newspaper, Stars and Stripes until 1919. His best known book is The Magic of Believing, published in 1948, which has sold well over a million copies, and is widely regarded as a prosperity classic.
The Magic of Believing was written, he says, for ex-service men and women who would have to adjust to civilian life and try to prosper in it. It was published when he was in his 50s and followed the success of a small book he published in 1932 entitled T.N.T.— It Rocks The Earth.

jueves, 28 de diciembre de 2017

Las cosas son como son… / Things are as they are…

“Las cosas son como son. Mirando al universo por la noche, no diferenciamos entre estrellas correctas o incorrectas, ni tampoco entre constelaciones bien o mal organizadas.”

“Things are as they are. Looking out into it the universe at night, we make no comparisons between right and wrong stars, nor between well and badly arranged constellations.”


Alan Wilson Watts (6 de enero de 1915 – 16 de noviembre de 1973) fue un filósofo británico, siendo también editor, sacerdote anglicano, locutor, decano, escritor, conferenciante y experto en religión. Se le conoce sobre todo por su labor como intérprete y popularizador de las filosofías asiáticas para la audiencia occidental.
Escribió más de veinticinco libros y numerosos artículos sobre temas como la identidad personal, la verdadera naturaleza de la realidad, la elevación de la conciencia y la búsqueda de la felicidad, relacionando su experiencia con el conocimiento científico y con la enseñanza de las religiones y filosofías orientales y occidentales (budismo Zen, taoísmo, cristianismo, hinduismo, etc.).

Alan Wilson Watts (6 January 1915 – 16 November 1973) was a British philosopher, writer, and speaker, best known as an interpreter and popularizer of Eastern philosophy for a Western audience. Born in Chislehurst, he moved to the United States in 1938 and began Zen training in New York. Pursuing a career, he attended Seabury-Western Theological Seminary, where he received a master's degree in theology. Watts became an Episcopal priest but left the ministry in 1950 and moved to California, where he joined the faculty of the American Academy of Asian Studies.

miércoles, 27 de diciembre de 2017

Primero lo primero… / First things first...

“Establece prioridades para tus metas. Algo fundamental en una vida exitosa radica en la capacidad de hacer primero lo primero. De hecho, la razón más importante por la que los objetivos no se logran es que nos pasamos el tiempo haciendo primero lo segundo.”

“Set priorities for your goals. A major part of successful living lies in the ability to put first things first. Indeed, the reason most major goals are not achieved is that we spend our time doing second things first.”


Robert J McKain fue un Planificador del Estado de Connecticut en los E.U.A. y autor de los libros: "Realize Your Potential" (Desarrolle su potencial) y "How to get to the top and stay there" (Cómo llegar a la cima y permanecer allí), AMA 1970. Citado extensamente, McKain sigue siendo un líder de pensamiento de inspiración hoy.

Robert J McKain was an Estate Planner with Connecticut General, author of "Realize Your Potential" and "How to get to the top and stay there", AMA 1970,s. His work, noted for it's depth of understanding of "balance" as the goal of success, was used by the famous Stephen Covey in his successful work. Quoted extensively, McKain remains an inspirational thinking leader today.

martes, 26 de diciembre de 2017

Tienes que saber cuáles son tus capacidades y fortalezas… / You must know what your skills and strengths are…

“El éxito es el aprovechamiento máximo de la capacidad que tienes.”

“Success is the maximum utilization of the ability that you have.”


Hilary Hinton "Zig" Ziglar (6 de noviembre de 1926 - 28 de noviembre de 2012) fue un escritor estadounidense, vendedor, y orador motivacional. Ha publicado más de 48 obras, incluyendo el libro de 2007 titulado El camino de Dios aun esel mejor camino. Página oficial: http://www.ziglar.com/

Hilary Hinton "Zig"Ziglar (November 6, 1926 – November 28, 2012) was an American author, salesman, and motivational speaker. Offial Website: http://www.ziglar.com/

lunes, 25 de diciembre de 2017

¡Muy feliz Navidad!... / Merry Christmas!!...

En "Vitaminas para el éxito"
te deseamos no sólo unas felices fiestas,
te deseamos lo que realmente celebramos...
¡Una muy feliz Navidad! y ¡Que renazca en ti la vida!

In "Vitamins for success"
we wish you not just a Happy Holiday,
we wish you a very Merry Christmas!
We wish you what we really celebrate tonight: Christmas!
Be reborn in your life!

domingo, 24 de diciembre de 2017

Para el Hombre que odiaba la Navidad... / For The Man Who Hated Christmas...

Tenemos una historia que contarte…
We have a story to tell...
(Please read this story below the Spanish story) 

Para el Hombre que Odiaba la Navidad


Es sólo un pequeño sobre blanco atrapado entre las ramas de nuestro árbol de Navidad. Sin nombre, sin identificación, sin inscripción. Se ha asomado entre las ramas de nuestro árbol durante los últimos diez años más o menos.

Todo empezó porque mi marido Mike odiaba la Navidad - ¡Oh!, no el verdadero significado de la Navidad, sino los aspectos comerciales de la misma - gastos excesivos- ... la prisa frenética de las compras de última hora, comprarle una corbata al tío Harry y el polvo facial para la abuela - los regalos dados en la desesperación porque no pudiste pensar en otra cosa.

A sabiendas de que él se sentía así, decidí un año  pasar por alto las habituales camisetas, suéteres, corbatas y demás. Busqué algo especial para Mike. La inspiración vino de una manera inusual.

Nuestro hijo Kevin, que tenía 12 años ese año, estaba en el equipo de luchas en la categoría junior de la escuela a la que asistía, y poco antes de Navidad, había un partido fuera de la liga contra un equipo patrocinado por una iglesia del centro de la ciudad. Estos jóvenes, vestidos con tenis tan rotos que parecía que los cordones eran la única cosa que los mantenía juntos, presentaban un agudo contraste con nuestros muchachos en sus increíbles uniformes azul y oro y brillantes zapatos de lucha nuevos. Cuando el partido comenzó, me alarmé al ver que el otro equipo estaba luchando sin casco, una especie de casco ligero diseñado para proteger los oídos de un luchador.

Era un lujo que el equipo de los otros pobres, obviamente, no se podía permitir. Bueno, terminamos dándoles una paliza. Ganamos cada categoría de cada peso. Y cada vez que uno de los chicos se levantaba de la lona, ​​se ufanaba en sus andrajos frente a todos con arrogancia, mostrando una especie de orgullo callejero incapaz de reconocer la derrota.

Mike, sentado junto a mí, sacudió la cabeza con tristeza: "Ojalá hubiera ganado aunque fuera uno solo de ellos", dijo. "Ellos tienen un gran potencial, pero perder de esta manera podría quitarles el entusiasmo." Mike amaba los niños - a todos los niños - y los conocía pues había entrenado a las ligas pequeñas de fútbol, ​​béisbol y lacrosse. Fue entonces cuando la idea de su regalo llegó. Por la tarde, fui a una tienda de artículos deportivos y compré un surtido de cascos y tenis de lucha libre y los envié anónimamente a la iglesia del centro de la ciudad. El día de Nochebuena puse el sobre en el árbol, la nota dentro le decía a Mike lo que había hecho y que era su regalo de mi parte. Su sonrisa fue la cosa más brillante de la Navidad de ese año y en años sucesivos.

En cada Navidad, seguí la tradición - un año enviando a un grupo de jóvenes con discapacidad mental a un partido de hockey, otro año un cheque a un par de hermanos de edad avanzada cuya casa se había quemado hasta los cimientos la semana antes de Navidad, y así sucesivamente.

El sobre se convirtió en lo más destacado de nuestra Navidad. Siempre era lo último que se abría en la mañana de Navidad y nuestros hijos, haciendo caso omiso de sus  juguetes nuevos, estaban parados con los ojos muy abiertos esperando que su padre cogiera el sobre del árbol para revelar su contenido.

A medida que los niños crecían, los juguetes dieron paso a regalos más prácticos, pero el sobre nunca perdió su atractivo. Pero la historia no termina ahí.

Verás, perdimos a Mike el año pasado debido un temido cáncer. Cuando la Navidad llegó, yo todavía estaba tan absorta en el dolor que apenas pude poner el árbol. Pero la víspera de Navidad me encontré depositando un sobre en el pino, y por la mañana, se unieron tres más.

Cada uno de nuestros hijos, a escondidas de los demás, había depositado su sobre en el árbol para su padre. La tradición ha ido creciendo y algún día se ampliará aún más con nuestros nietos esperando bajar el sobre del árbol.

El Espíritu de Mike, al igual que el Espíritu de la Navidad siempre estará con nosotros.

Nancy W. Gavin

Esta historia de la vida real fue publicada originalmente el 14 de diciembre 1982 en la revista Woman's Day. Fue la ganadora entre miles, del primer lugar del concurso "Mi tradición más conmovedora de la Navidad" de la revista, un concurso en el que a los lectores se les pide que compartan su tradición navideña favorita y la historia detrás de ella. La historia inspiró a una familia de Atlanta, Georgia para iniciar “El Proyecto del Sobre Blanco y Dar 101”, una organización sin fines de lucro dedicada a educar a los jóvenes acerca de la importancia de dar.

Publicada originalmente en Internet en Insight Of The Day de Bob Proctor

Adaptación al Español:
Graciela Sepúlveda y Andrés Bermea

Here the English version… 


For The Man Who Hated Christmas

It’s just a small, white envelope stuck among the branches of our Christmas tree. No name, no identification, no inscription. It has peeked through the branches of our tree for the past ten years or so.

It all began because my husband Mike hated Christmas -oh, not the true meaning of Christmas, but the commercial aspects of it- overspending... the frantic running around at the last minute to get a tie for Uncle Harry and the dusting powder for Grandma - the gifts given in desperation because you couldn’t think of anything else.

Knowing he felt this way, I decided one year to bypass the usual shirts, sweaters, ties and so forth. I reached for something special just for Mike. The inspiration came in an unusual way.

Our son Kevin, who was 12 that year, was wrestling at the junior level at the school he attended; and shortly before Christmas, there was a non-league match against a team sponsored by an inner-city church. These youngsters, dressed in sneakers so ragged that shoestrings seemed to be the only thing holding them together, presented a sharp contrast to our boys in their spiffy blue and gold uniforms and sparkling new wrestling shoes. As the match began, I was alarmed to see that the other team was wrestling without headgear, a kind of light helmet designed to protect a wrestler’s ears.

It was a luxury the ragtag team obviously could not afford. Well, we ended up walloping them. We took every weight class. And as each of their boys got up from the mat, he swaggered around in his tatters with false bravado, a kind of street pride that couldn’t acknowledge defeat.

Mike, seated beside me, shook his head sadly, “I wish just one of them could have won,” he said. “They have a lot of potential, but losing like this could take the heart right out of them.” Mike loved kids - all kids - and he knew them, having coached little league football, baseball and lacrosse. That’s when the idea for his present came. That afternoon, I went to a local sporting goods store and bought an assortment of wrestling headgear and shoes and sent them anonymously to the inner-city church.

On Christmas Eve, I placed the envelope on the tree, the note inside telling Mike what I had done and that this was his gift from me. His smile was the brightest thing about Christmas that year and in succeeding years.

For each Christmas, I followed the tradition--one year sending a group of mentally handicapped youngsters to a hockey game, another year a check to a pair of elderly brothers whose home had burned to the ground the week before Christmas, and on and on.

The envelope became the highlight of our Christmas. It was always the last thing opened on Christmas morning and our children, ignoring their new toys, would stand with wide-eyed anticipation as their dad lifted the envelope from the tree to reveal its contents.

As the children grew, the toys gave way to more practical presents, but the envelope never lost its allure. The story doesn’t end there.

You see, we lost Mike last year due to dreaded cancer. When Christmas rolled around, I was still so wrapped in grief that I barely got the tree up. But Christmas Eve found me placing an envelope on the tree, and in the morning, it was joined by three more.

Each of our children, unbeknownst to the others, had placed an envelope on the tree for their dad. The tradition has grown and someday will expand even further with our grandchildren standing to take down the envelope.

Mike’s spirit, like the Christmas spirit will always be with us.

Nancy W. Gavin

This true story was originally published in the December 14, 1982 issue of Woman's Day magazine. It was the first place winner out of thousands of entries in the magazine's "My Most Moving Holiday Tradition" contest in which readers were asked to share their favorite holiday tradition and the story behind it. The story inspired a family from Atlanta, Georgia to start The White Envelope Project and Giving 101, a non profit organization dedicated to educating youth about the importance of giving.

Originally published on Insight Of The Day  from BobProctor

sábado, 23 de diciembre de 2017

Brad Cohen, el maestro que se enseñó a vivir...


Compilado por Graciela Sepúlveda

Hoy dedicamos este espacio a un maestro con una verdadera vocación, a quién le costó mucho esfuerzo y trabajo lograr cada paso en su vida debido al Síndrome de Tourette que padece y por el cual sufría humillaciones y burlas, aún terminando sus estudios de docencia pasó un gran tiempo para que le dieran oportunidad de tener un grupo de estudiantes, en fin, les comparto su historia…

Brad Cohen creció en San Luis, Missouri, en una familia judía. Sus papás se divorciaron durante su infancia. Debido al síndrome, Brad hacía ruidos y se movía constantemente durante las horas en que estaba despierto, y golpeaba la rodilla contra el interior de la puerta del coche. Alguien alguna vez le preguntó a su mamá si había considerado un exorcismo. Su mamá era compasiva, pero su padre no entendía por qué su hijo hacía las cosas que hacía, a menudo se sentía frustrado y lo castigaba por hacer ruidos y tener tics.

Inicialmente los doctores le dijeron a la mamá de Brad que los tics eran una reacción emocional por el divorcio de sus padres. Los maestros no entendían a Brad, pensaban que era travieso, debido a los ruidos (tics) causados como dije antes por el Síndrome de Tourette (TS), sufría marginación, burla y castigos, no tenía amigos. Su maestro de quinto año lo forzó a pararse enfrente del salón de clases y disculparse por los ruidos que hacía y lo hizo prometer que no los haría otra vez. Se sintió humillado y decidió que se convertiría en el maestro que nunca tuvo, decía: “Siempre me sentí el niño en el rincón. De verdad necesitaba apoyo y aceptación de mi maestro y nunca los tuve. Desde entonces supe que quería ser ese maestro – uno que ofreciera apoyo y aceptación y estuviera realmente ahí para cada niño”-  Es maravilloso ver como un niño que sufrió tantas humillaciones, burlas y falta de apoyo, en lugar de volverse violento y vengativo quiere convertirse en una persona como a la que él le hubiera gustado encontrarse en la vida, apoyador y con aceptación hacia los demás-.

Cuando Brad tenía doce años su mamá identificó su conducta como el Síndrome de Tourette gracias a su propia investigación. Lo llevó a un grupo de apoyo con su mismo problema y ahí Brad se dio cuenta de que los asistentes “parecían resignados a una vida de derrota” y eso “lo inspiró a triunfar sobre la enfermedad”.- Que importante es tener decisión y no dejarse llevar por lo que parece no tener remedio, aunque el grupo de “apoyo” estaba resignado, él no, él estaba decidido a luchar y triunfar y nada lo iba a detener, ni su Síndrome-.

Al principio de su 8° grado, Brad apareció en el show de Sally Jessy Raphael, y el director de su escuela decidió dejarlo hablar a sus compañeros sobre el Síndrome de Tourette, a partir de ahí sus compañeros lo empezaron a aceptar al comprender su problema. Brad continuó educando a la gente sobre su síndrome, aumentando con esto su confianza y sus habilidades para hablar frente a los demás. Se graduó de la Escuela Secundaria Central Parkway en 1992, y fue presidente del Consejo del St. Louis Aleph Zadik Aleph.

Cohen estudió en la Universidad Bradley en Peoria, Illinois, especializándose en educación primaria. Durante su primera semana en la universidad fue sacado de un restaurant de comida rápida cuando un empleado pensó que Brad estaba ebrio y amenazaron con llamar a la policía, aun cuando Cohen y sus amigos trataron de explicarles sobre sus tics y el TS. En cuestión de horas sus compañeros organizaron un boicot contra el restaurant, el gerente llamó a Brad por teléfono y le pidió que regresara para que pudiera disculparse en persona.- Que alentador es tener amigos que te apoyan en tus problemas y te ayudan para lograr justicia-.

Después de graduarse Cum Laude con muchos honores académicos, Brad Cohen se mudó a Atlanta, Georgia en los 90’s para buscar empleo, aplicó en muchas escuelas primarias para una posición de maestro. Se entrevistó con muchos administradores de las escuelas, pero sus entrevistas siempre estaban interrumpidas por sus tics. ¡Fue rechazado 24 veces! antes de que la Escuela Primaria Mountain View lo contratara como maestro para enseñar en segundo año. Brad, que enseñaba sobre su Tourette al principio de cada año, era muy popular con los estudiantes, una vez un padre de familia pidió que su hijo fuera cambiado de su clase con otro maestro, pero solo semanas después solicitó que lo regresaran con Cohen. Además de enseñarles el material académico tradicional, los estudiantes aprendían valiosas lecciones de tolerancia y aceptación de las diferencias.- No importa cuántas veces lo rechazaron, él seguía buscando, hasta que llegó lo mejor-.

En 1997 ganó el premio al mejor maestro de Georgia en su primer año de enseñanza. Años después Brad enseñó en segundo año en la Escuela Primaria Tritt en un suburbio de Atlanta antes de dejar el salón de clases para convertirse en administrador escolar, supervisando a otros maestros.- Siempre habrá alguien que reconozca nuestros talentos y habilidades, además de que el esfuerzo y la dedicación tienen sus recompensas-.

En cuestiones de romance Brad era aún menos afortunado, él decía: “Le llamamos el síndrome de la segunda cita: nunca podía pasar de la primera cita”. Sin embargo siempre hay un roto para un descosido y Brad conoció a Nancy Lazarus de Charleston, Carolina del Sur a través de un servicio de citas por Internet; se casaron el 20 de junio de 2006 y tienen un hijo.

Brad Cohen escribió un libro llamado: Front of the Class: How Tourette Syndrome Made Me the Teacher I Never Had” (Al Frente de la Clase: Cómo el Síndrome de Tourette Me Convirtió En El Maestro Que Nunca Tuve) publicado en el 2005. Ganó el premio “Independent Publisher Book Award” por ser el Mejor Libro Educativo del año.

Continuó también actuando como portavoz apareciendo en el show de Oprah Winfrey en el 2006. Apareció en un anuncio de servicio público para la Asociación Nacional del Síndrome de Tourette y es el vicepresidente de la Asociación del Síndrome de Tourette de Gerogia. Ha recibido muchos premios y reconocimientos por su voluntariado y participación en la comunidad.

Su libro fue llevado a la pantalla por Hallmark como una película para televisión llamada Front of the Class” donde los ruidos y tics de Brad son representados de manera muy auténtica según lo comenta el propio Brad Cohen, es una de las películas más inspiradoras que he visto.

Brad otorga mucho reconocimiento al estímulo que siempre recibió de su madre y al apoyo de su hermano, quienes fueron los elementos clave para mantenerse siempre hacia adelante.

Actualmente Brad se dedica a dar conferencias y es presidente de su fundación.

Brad Cohen, un hombre que a pesar de una discapacidad que provocaba burlas y humillaciones, supo mantenerse decidido a triunfar poniendo el 100% en todo lo que hacía para lograrlo, y así encontrar el éxito haciendo lo que más quería: ser el maestro que nunca tuvo.

Brad y su esposa Nancy recibidos por el entonces Presidente George
Bush y su esposa en la Casa Blanca.