domingo, 17 de febrero de 2013

Son sólo vagones vacíos... / They Are Just Empty Cars...


Tenemos una historia que contarte…

We have a story to tell...
(Please read this story below the Spanish version)

Son sólo vagones vacíos


En esta cálida tarde de pre-primavera, me siento en la terraza a disfrutar del clima, la vista y un buen libro. Un par de mirlos de alas rojas se aferran a las ramas de un árbol cercano y cantan a la llegada de la primavera. Al otro lado de las vías, del otro lado del arroyo, treinta cabezas de ganado tranquilamente se alimentan de una pila de heno dejada por el granjero. Pronto irán a pastar en la hierba nueva en los pastizales bajando el arroyo.

Levanto la cabeza ante el sonido de un silbato de tren gimiendo en el aire inmóvil.  A un kilómetro y medio, por las vías que pasan entre el arroyo y nuestro complejo de apartamentos, veo las luces delanteras de la máquina del tren cada vez más brillantes. Mi paz es interrumpida por la carrera del tren y por nuestra gatita que en las puertas del balcón se estremece pidiendo  escapar del ruido aterrador. La dejo entrar y veo los vagones rodar, unos más ruidosos que otros. Los coches llenos, pasan retumbando, pero los que están vacíos traquetean y golpean, haciendo más ruido que los demás. Son muy molestos para los oídos.

La comparación entre los coches llenos y vacíos me hace pensar en la gente que he conocido a lo largo de mis cincuenta años de vida.
Estaba Don. Recuerdo cuando me contrató. Era un cliente mío, pero perdí mi trabajo debido a recortes de personal en la compañía. Don me ofreció un trabajo en su empresa. Fue un placer trabajar bajo su dirección. Él no les ordenaba a sus empleados, los guiaba. Por ejemplo, durante nuestra primera reunión semanal, él no me dijo qué hacer. Me miró y me preguntó: "¿Qué es lo que tú y tu equipo lograron la semana pasada?"
Titubé para darle una respuesta.
Entonces Don preguntó: "¿Cuáles son tus planes para esta semana?"
Titubé de nuevo.

Esas dos preguntas me llevaron a pensar y planificar. Nunca más me encontró fuera de base otra vez. En cada reunión le presentaba nuestros logros de la semana y nuestros planes para la siguiente.

Otro vagón traqueteó y me acordé de los acosadores de mi infancia.
Se pavoneaban alrededor del patio de la escuela, golpeaban a los niños más pequeños y les ponían apodos. Estos acosadores normalmente tenían otros dos o tres burlándose junto con ellos.

El traqueteo del vagón me recordó a un tipo con el que solía trabajar como técnico en telecomunicaciones hace muchos años. Cuando trabajaba en algún problema, él se paseaba alrededor y con desprecio me decía, "¿Por qué estás haciendo eso? ¿Sabes lo que estás haciendo?" No le hacía caso, pero su risita era más que audible, mientras se abría paso por el pasillo lleno de equipos de telecomunicaciones.
Trataba de concentrarme en mi tarea. Había sido muy seguro de mí mismo. Sus palabras me hacían dudar de mis capacidades.
Conocemos gente tranquila y ruidosa mientras viajamos por la vida.
Los tranquilos están llenos de conocimiento: son grandes líderes y mentores. Nos conducen a una gran aventura.

Los ruidosos: son carentes de conocimiento, creen que son líderes, pero fanfarronean por la vida sin dar nada a cambio. Ellos creen que engañan a los que los rodean, hacen mucho ruido para parecer importantes y pretenden saber lo que están haciendo. Los ruidosos son los acosadores, los fanfarrones y los presumidos. Nos empujan a lo largo de una pista vacía hacia ninguna parte.

En realidad, ellos son los vagones vacíos.

Michael T. Smith

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Manten el movimiento,
Mike

Publicada originalmente en Internet en Insight Of The Day de Bob Proctor

Adaptación al Español:
Graciela Sepúlveda y Andrés Bermea

Here the English version…

They Are Just Empty Cars


On this warm pre-spring afternoon, I sit on the balcony, enjoy the weather, the view and a good book. A couple of redwing blackbirds cling to the branches of a nearby tree and sing for the coming of spring. Across the tracks, on the other side of the creek, thirty head of cattle quietly feed on a pile of hay left by the farmer. Soon they'll graze on new grass in the pasture further down the creek.

I lift my head at the sound of a train's horn wailing into the still air. A mile down the tracks that pass between the creek and our apartment complex, I see the headlights on the engine car grow brighter. My peace is interrupted as the train races by and our kitten cringes by the balcony doors, begging to escape the terrifying noise. I let her in and watch the rail cars roll by, some more noisy than others. The full cars, rumble pass, but the empty ones rattle and bang along, making more noise than the others. They're painful to the ears.

The comparison between the full and empty cars makes me think of the people I've known throughout my fifty years of life.
There was Don. I remember when he hired me. He was a client of mine, but my job was lost to cut backs at my company. Don offered me a job at his company. It was a pleasure to work under his leadership. He didn't order his employees, he guided them. For example: during our first weekly meeting, he didn't tell me what to do. He looked at me and asked, "What did you and your team accomplish last week?"
I stumbled for an answer.
Don then asked, "What are your plans for this week?"
I stumbled for an answer again.

Those two questions guided me to think and plan. He never caught me off guard again. Each meeting I showed up with our accomplishments for the week and our plans for the next.

Another empty rail car rattled by and I remembered the bullies from my childhood.
They strutted around the school yard, bumped into smaller kids and called others names. These bullies usually had two or three others snickering at their side.

The rattle of the car reminded me of a guy I used to work with as a telecommunications technician many years ago. When I worked on a trouble, he would wander by and sneer, "What are you doing that for? Do you know what you're doing?" I ignored him, but his snicker was more than audible, as he made his way down the aisle of racks filled with telecommunication equipment.
I tried to concentrate on my task. I had been sure of myself. His words made me doubt my capabilities.
You meet quiet and noisy ones as you travel through life.
The quiet ones are full of knowledge: great leaders and mentors. They carry us on a great adventure.

The noisy ones: empty of knowledge; think they are leaders, but bluster through life giving nothing in return. They think they fool those around them by making a lot of noise to look important and pretend to know what they are doing. The noisy ones are the bullies, the braggarts and the show offs. They pull us along an empty track to nowhere.

In reality, they are just empty cars.

Michael T. Smith

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Keep on waving,
Mike

Originally published on Insight Of The Day  from Bob Proctor
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