¿Cómo explicarte lo que he sentido estos últimos años cuando veo en esta temporada en muchos anuncios comerciales y hasta en los mensajes por correo la frase “Felices fiestas”…? ¡No puedo creer lo fría y despersonalizada que resulta! Hasta eso les hemos importado a nuestros vecinos del Norte con su “Happy Holidays!”. Pero dime ¿Qué acaso no es la Navidad lo que celebramos?... ¿En dónde estamos dejando aquélla tradicional frase de “Feliz Navidad y próspero año nuevo” que veíamos por todas partes? No crees que al parecer la gente ahora busca ser “políticamente correcta” y dar gusto a todos, creyentes y no creyentes y no herir susceptibilidades… ¡Qué pena!
¿Qué por qué
mi malestar? Porque lo que yo quiero celebrar es eso, la Navidad, no una simple
fiesta, es decir conmemorar el nacimiento en la tierra de Cristo el Hijo de
Dios hecho hombre.
Mira, ante
la pregunta ¿Qué significa para mí la Navidad? No puedo dejar de pensar en que
el hombre pecó y que eso nos enemistó con Dios y que el Creador en su infinito
amor y para que pudiéramos recuperar su gracia, nos envió a su Hijo para que
con su sacrificio, su sangre, su muerte y resurrección, lavara nuestras faltas,
fuéramos perdonados y pudiéramos reconciliarnos y nuevamente aspirar a regresar
a la Casa del Padre, al lugar que nos corresponde, al Cielo.
Por eso para
mí la Navidad es fundamentalmente ESPERANZA. La esperanza de ser salvado. Si no
fuera así, ¿Qué sentido tendría la vida? ¿Para qué respetar la ley y los
principios morales? ¿Para qué ser buenos y portarnos bien? Sin la esperanza, la
vida no vale nada. ¿Para qué soportar miserias y dolores, limitaciones,
tristezas y pérdidas, humillaciones, las necedades de los demás? ¿Para qué
aguantar lo que tenemos que aguantar?, ¿Para qué tragarnos lo que nos tragamos?
La esperanza de ir al Cielo, a reunirnos con Dios para toda la eternidad es la
fuerza básica para soportar todo y darle significado a nuestra existencia
pasajera aquí en la tierra. Sólo la esperanza nos permite sobrellevar las
miserias y las debilidades humanas. La esperanza es la fortaleza que nos
mantiene en pie y nos da vigor para seguir adelante.
Lamentablemente
muchos de los contenidos de todos los medios como la televisión, la radio y
ahora especialmente el Internet, hoy atentan contra la esperanza, sencillamente
buscan desaparecerla, reducir nuestras vidas a buscar solamente la
gratificación de nuestros sentidos, a pensar sólo en el aquí y el ahora, que no
es otra cosa que bajar la vista, a no ver hacia dónde vamos, hacia nuestro
destino final.
La esperanza
es una virtud y que Santo Tomás de Aquino define como una: “virtud infusa (las gracias y dones que Dios infunde en el alma.) que capacita al hombre para tener
confianza y plena certeza de conseguir la vida eterna y los medios, tanto
sobrenaturales como naturales, necesarios para alcanzarla, apoyado en el
auxilio omnipotente de Dios”.
Cada Navidad es el recuerdo de que Cristo nació para que nosotros nos
salváramos y eso dime tú si no es un motivo para sentir una profunda alegría y
sobre todo un enorme agradecimiento. Ahí está nuestra esperanza, esa esperanza
renovada tras el desgaste de 12 meses intensos en los que hemos vivido
infinidad de situaciones buenas y otras difíciles. La Navidad para mi debe ser
también como ya anticipé AGRADECIMIENTO. Es justo que seamos agradecidos por
todo lo que el Hijo de Dios ha hecho por nosotros al aceptar tomar humildemente
la condición de hombre, tan minúscula comparada con su condición divina, y por
eso hay que agradecérselo de una manera clara y manifiesta, porque lo hizo por
amor a ti y a mí a sabiendas de cómo le íbamos a tratar y aun así aceptó, sin
corajes, odios o rencores, llegó incluso a la máxima prueba de amor, dar su vida por
nosotros. ¿Cómo no agradecerlo? Tendríamos que ser muy ruines. Él quiere
que se lo digas, recuerda como en aquél pasaje del Evangelio que narra San Lucas (17,
11-19) cuando Jesús curó a 10 leprosos y sólo uno regresó para agradecerle y dijo:
“¿No eran diez los que quedaron limpios? ¿Dónde están los otros nueve?” Él
espera nuestro agradecimiento. Pero además Jesús nos dejó algo maravilloso que
sigue vivo y vigente que es el alimento para tener encendida y nutrida nuestra
esperanza, Su palabra a través de los evangelios. El evangelio es la estrella
guía, el gran mapa, el GPS que nos dice en dónde estamos y por dónde hay que ir
para llegar a nuestro destino, es el “cómo”.
La Navidad
para mí también es ALEGRÍA y qué mejor motivo para tenerla que recordar cada
año una vez más quiénes somos verdaderamente, y cuál es nuestro auténtico
linaje, es decir cuál es nuestra ascendencia. En la Carta de San Pablo a los
Gálatas 4:7 queda muy claro lo que ganamos gracias al nacimiento y la redención
de Cristo: “Así, ya no eres más esclavo,
sino hijo, y por lo tanto, heredero por la gracia de Dios.” Dime tú si esto
no es un gran motivo para sentir una enorme y profunda alegría. ¿No te alegra
acaso saber que hemos dejado de ser esclavos y hemos recuperado la condición de
hijos y todos los privilegios que eso conlleva? ¡Somos herederos! La Navidad es
alegría porque hemos recuperado la posesión más valiosa que tenemos –nuestra calidad de hijos de Dios- y que
habíamos perdido por el pecado.
La Navidad es
alegría por el reencuentro que vivimos con familiares cercanos y distantes, con
los amigos; es alegría porque es la temporada perfecta para recuperar a quienes
hemos perdido a causa de la propia naturaleza humana –sea su culpa o la
nuestra- y reconciliarnos; es nuevamente recuperar tesoros abandonados, de
hacer las paces, de volver a sentir paz en el corazón y de aligerar la carga
que el rencor hace que llevemos a cuestas innecesariamente. Es alegría porque
no hay ninguna otra época del año en donde demos y recibamos tal cantidad de
felicitaciones, abrazos y buenos deseos. Por eso mismo la Navidad es también
una FIESTA, una celebración en que damos y recibimos regalos, regalos que deben
representar dones y bendiciones, como aquéllos que le llevaron los Reyes Magos a Jesús. Mirra, que es el
símbolo del hombre, representa la humanidad de Jesús. Incienso, es el símbolo
de Dios, representa la divinidad de Jesús. Oro, el más precioso de los metales.
El Oro es el símbolo del Rey, representa que Jesús es Rey del Universo, nuestro
verdadero Rey. Ahí está la muestra. La Navidad es una fiesta a la que todos
estamos invitados sólo acuérdate que hay que llevar un regalo al festejado. Tú
decide qué, algo muy personal, algo muy especial para ti.
Sí, déjame
te digo que la Navidad también para mí significa PERDÓN. Como ya anticipé
brevemente Jesús vino al mundo y se hizo hombre como nosotros, nació, vivió,
murió y resucitó para que nuestras faltas, ofensas y por decirlo de una vez por
todas, para que nuestros pecados fuesen perdonados. ¡Cada celebración de la
Navidad nos recuerda que Dios nos perdonó! Esa es su enseñanza. Buena
oportunidad es entonces la Navidad para perdonar nosotros también, para liberar
a nuestro corazón de resentimientos, amarguras, enojos, odios, corajes y
rencores contra quienes pensamos o sentimos que nos han hecho daño, que nos han
ofendido.
Pero mira
que fuerte lo que dice el mismísimo Jesús en relación al perdón a través de
Mateo (6:14-15), “Si perdonan sus faltas
a los demás, el Padre que está en el cielo también los perdonará a ustedes. Pero
si no perdonan a los demás, tampoco el Padre los perdonará a ustedes.” ¡Sí!...
Él, Jesús vino ¡A eso! A liberarnos de la culpa que nos cerraba las puertas
del Paraíso, de la Casa del Padre, de la Casa que tenemos destinada para
nosotros como herederos si así lo queremos.
Fíjate en
esto y como perdonar es importante, cuando Jesús enseñó a orar a sus discípulos
con el Padrenuestro, podemos leer en el santo Evangelio según San Mateo (6:12)
que nos dice: Perdona nuestras ofensas,
como nosotros perdonamos a los que nos ofenden. ¡Ahí está!
Si nosotros
nos acercamos con genuina disposición de solicitar el perdón y nuestro hermano
no nos recibe o no nos perdona, eso entonces es problema de él. Pero si
nosotros no perdonamos, ese sí es nuestro problema, pues es decisión propia
aunque quien nos haya ofendido no se acerque a nosotros. Como podrás observar,
la atmósfera de la Navidad es la más propicia para perdonar, nunca como en esta
época la gente está de mejor humor, más sensible y dispuesta.
La Navidad
para mí también significa RENACER, mira como lo hace la propia naturaleza que con
cada estación se va renovando incansablemente una y otra vez, mira como los
bosques y las flores nos ponen la muestra y justo en el invierno se despojan de
todo lo que les adornaba para dar paso a una nueva vida que llegará con la
primavera. Mira como sueltan y dejan caer todas las hojas que ya están
marchitas, que no tienen vida. Ahí tenemos el ejemplo que nos invita a seguir,
a soltar, a despojarnos también de todo ese peso que cargamos innecesariamente
y que no tiene vida, de lo que no sirve, para dar paso a lo fresco, a lo que
florece lleno de vida nueva y sana, que embellece nuestro ser y existir y que
da frutos abundantes y dulces que son también regalo delicioso para los demás.
La Navidad es la invitación a sacudirnos ese polvo acumulado por todo un año y
que nos hace ver sucios, viejos, abandonados; que oculta nuestro interior, que
no deja ver a los demás quien somos realmente.
¿Sabías que
renacer es volver a nacer? empezar una
vida nueva, renovar la vida de la gracia que obtuvimos por el bautismo.
Pero ve como a veces somos nosotros mismos los que nos negamos a renacer,
ciegos e inconscientes tanto de lo que perdemos como de lo que dejamos de ganar.
A veces es el miedo lo que nos paraliza, el miedo es un malestar grave causado
por la ignorancia y la incertidumbre, se cura con la Fe, o sea en la confianza
absoluta, el conocimiento y la certidumbre total a lo que Dios nos ha revelado
a través de la palabra de Cristo y que se encuentra en el Evangelio, la
farmacia espiritual con remedio para todos los males y tónicos para fortalecer
y aumentar todos los bienes. A veces lo que nos impide renacer es el egoísmo y
sus síntomas son: Pensar, hablar y sentir siempre en primera persona; borrar a
los demás del mapa, procurar las cosas sólo para uno mismo. Como podemos leer
en Proverbios 18: “El egoísta busca su
propio bien…”. Esto produce aislamiento y soledad extrema. Fíjate en lo que
dice Oscar Wilde: “El egoísmo no es vivir
como uno quiere vivir. Egoísmo es querer que los demás vivan como uno quiere
vivir. Y no ser egoísta es dejar a los demás vivir a su manera, sin interferir
con ellos…”. Y la enfermedad más grave y peor que todas que nos impide
renacer es la soberbia. Se manifiesta cuando creemos que somos el centro y eje
del universo, que todo y todos están en función nuestra y a nuestro servicio y
complacencia, que no necesitamos de nadie, que somos la perfección y el
referente para los demás. La soberbia es la exaltación de uno mismo y la
oposición a la voluntad de Dios. La soberbia ataca radicalmente al espíritu y
produce un envenenamiento mortal. La cura la prescribe el Gran Médico en el
Evangelio de Mateo “Yo quiero
misericordia y no sacrificios.” Misericordia es compadecerse de las penas y
miserias ajenas, servir a los demás movidos por el amor.
La Navidad
fundamentalmente es un ACTO DE AMOR por ti y por mí. Dios entregó a su Hijo por
causa nuestra. Cristo a su vez aceptó voluntariamente el máximo sacrificio
–padecer el calvario y morir en la cruz por cada uno de nosotros- y eso se
puede hacer sólo por una razón, un amor enorme e infinito, especialmente a
sabiendas de que muchas veces lo olvidaríamos, le volveríamos la cara, lo
ofenderíamos y hasta lo negaríamos. Al celebrar la Navidad –y no unas simples
fiestas- y tener presente que eso significa que festejamos el nacimiento de
Jesús, podríamos pensar que Él nos dice en cada Navidad “Ya llegué, aquí estoy
y vine porque te amo. Yo soy tu regalo.”
Se puede
hablar mucho de lo que significa la Navidad, pero creo que a fin de cuentas lo
más importante es vivirla intensamente, con alegría y con el corazón y los ojos
puestos en los demás. Descúbrela en tu interior y pregúntate ¿Qué significa
para mí la Navidad? Y date una respuesta.
Recibe un
abrazo y mi deseo más profundo de que vivamos todos y en unión con los
nuestros, ¡Una muy feliz Navidad, colmada
de plenitud! ¡Y que este año que está por iniciar también sea pleno en
abundantes bendiciones acompañadas de paz, sabiduría, salud, alegría, armonía y
prosperidad!
Andrés
Bermea
Monterrey,
NL, México
Diciembre de
2014.