“No hay personas capacitadas y discapacitadas, porque en el fondo todos somos discapacitados.”
"There are no capable or disabled people, because ultimately we are all disabled."
Un hombre de capacidades especiales...
Compilado por Graciela Sepúlveda
Me tocó ver hace días en Facebook que algunas personas compartían el logro del primer hombre con Síndrome de Down que terminaba estudios universitarios en Europa, se me hizo una historia de logros y satisfacciones, así que me avoqué a investigar sobre Pablo Pineda y les comparto algo de lo que encontré…
La historia de Pablo comenzó en 1975, con su nacimiento en Málaga, España.
Con el cariño de sus padres y hermanos, los primeros años de su vida transcurrieron con normalidad, sin distinciones que le hicieran percibir que había alguna diferencia frente a los demás. Aunque los doctores habían dicho “este niño no podrá aprender más que las cosas más sencillas”, los padres de Pablo no les hacían caso, ellos respondían: “tu ocúpate de las amígdalas, que yo me ocupo de su educación”. Nunca creyeron que no podría aprender, sus padres siempre pensaron que debía ser autónomo y lo educaron para ello. Le hacían algunas travesuras para apoyar su autonomía y seguridad. Por ejemplo, decirle que lo iban a recoger y luego no ir por él, dejarlo solo, para ver qué hacía. Y Pablo, además de maldecir a toda su parentela y de estar muerto de hambre, tenía que arreglárselas para tomar un autobús. Toda una aventura. Todos, sus padres, sus hermanos, su tío, se turnaban para espiarlo detrás de un periódico, como detectives. Incluso si caían cuatro gotas y le pedía a su padre que lo llevara al colegio, le decía: “Ponte el impermeable y vete en autobús”. “Mis padres han sido fuertes, nunca han cedido, nunca les he encontrado el punto débil” comenta Pablo. Sin embargo, sí tuvo una figura protectora, su tía Encarna. No tenía hijos y lo quería mucho. Hasta hacerle mal, en el sentido de que cuando iba a su casa le untaba la mantequilla en el pan, por ejemplo. Si se quedaba solo en casa, le decía que fuera a dormir con ellos, no pensaba que Pablo pudiera dormir solo. Cuando murió fue un mazazo para él, pero también un punto de inflexión pues dejó de tener a alguien que lo protegiera de ese modo. Poco después de que ella muriera, sus padres tuvieron que viajar, y eso para él fue una lección de autonomía. ¡Por fin! Porque su tía lo adoraba, pero era el elemento perturbador. El caso es que cuando ella murió disfrutó de gran autonomía. Tenía que ir a comprar, manejar dinero. Fue un cambio muy grande, empezó a hacerse la cena: el huevo frito, la ensalada, el churrasco. Son cosas fáciles, pero normalmente un Síndrome de Down no las hace; si tienes unos padres protectores no lo hace. Porque hay fuego, agua hirviendo, etcétera.
En su casa nunca había escuchado la palabra ‘síndrome’, menos aun el vocablo inglés ‘down’, por eso cuando su profesor, don Miguel García Melero, le preguntó “¿Sabes que eres un niño con Síndrome de Down?”, ambas palabras le resultaron extrañas y no tardaron en retumbar sus oídos.
Y a pesar de no saber lo que le preguntaban, atinó a decir que “sí” y tras escuchar la explicación de su ‘indiscreto’ profesor sobre lo que significa ser un niño Down, Pablo, a sus seis años, quería saber más.
“Don Miguel, ¿soy tonto?”, fue lo primero que le preguntó al profesor que le reveló aquella característica que marcaría su vida para siempre, y lo recuerda con exactitud porque a partir de ese momento, no cesó en la búsqueda de respuestas que le permitieran saber lo que había detrás de un chico Down.
A partir de ese entonces su vida dio un vuelco de 360 grados. Desde “pobrecito” hasta “está malito”, fueron muchas las palabras y miradas extrañas que se posaron sobre él. No sabe exactamente qué, cuándo, ni cómo, pero quizá fueron esas mismas palabras y miradas las que lo impulsaron a insertarse en el mundo como una persona “normal”.
Decidido a darle un revés a todo lo que había leído en los libros sobre su “problema”, Pablo saltó la primera barrera, la familia. Contrario a lo que sucede en contadas ocasiones, sus padres se empeñaron en educarlo como una persona normal, tanto ellos como sus tres hermanos le brindaron el apoyo necesario cuando decidió seguir estudiando después que en casa le confirmaron lo que don Miguel le había dicho.
En el colegio no se sintió jamás rechazado, sino querido, valorado, respetado. Pero sí fue discriminado en el instituto de educación superior. “Me dejaban solo, aislado, relegado, pero yo puse de mi parte y le decía a Dios: dame fuerzas, no quiero tirar la toalla”. Para poder entrar a la Universidad los maestros hicieron una junta para votar si debía entrar Pablo o no, casi no lo logra, y lo más difícil para él era cuando tenía clases con los maestros que lo habían rechazado, sin embargo, al final se ganó a todos.
Cuando terminó lo que en España llaman el Bachillerato Único Polivalente (BUP), emprendió lo que sería su más grande reto: concluir su carrera de magisterio.
Tenía 21 años cuando ingresó a la universidad y cuatro años más tarde se convertía en el primer europeo con Síndrome de Down que obtenía un título universitario. Su caso no tardó en dar la vuelta al mundo, por lo que se convirtió en titular de más de una noticia, hablada y escrita.
Sumido entre libros y cuadernos, decidió que lo suyo era la “educación especial” y así fue como se enteró de las características de su “discapacidad”. Mientras más leía, se convencía que lo “especial” en él y en otras personas que conocía, difería de lo que señalaban los libros que leía, en ellos los ponían peor de lo que eran y los apartaban.
Y si ni las miradas por encima del hombro, ni los “cuchicheos” habían podido con él cuando a los 16 años empezó a escuchar comentarios más que crueles, esta vez los libros tampoco podrían con él, así que optó por reivindicarse como lo que era, una persona convencida en lograr todos sus propósitos.
Después de brindar su testimonio en incontables ocasiones, en 1997 participó como ponente en el VI Congreso Mundial sobre Síndrome de Down. Desde ese entonces, no se ha cansado de realizar actividades en el campo de la educación especial y el bienestar social, con la idea de insertar en la sociedad a más jóvenes como él.
Basta escucharlo para darse cuenta que Pablo no tiene nada de diferente y quizá hasta utilice un vocabulario mucho más exquisito que el tuyo o el mío. Va camino a obtener su segunda licenciatura, esta vez en Psicopedagogía, pero ya tuvo su primera “gran experiencia” como maestro pues no hace mucho acaba de ejercer como profesor en un colegio de la ciudad de Córdoba.
No contento con lo que ha alcanzado y seguirá logrando en el campo educativo, este ejemplo de constancia y tenacidad ha comenzado a saborear el placer que sienten los actores y actrices de Hollywood cuando pisan la alfombra roja.
Junto a la no menos famosa actriz española, Lola Dueñas, protagonizó “Yo también”, una película dirigida por los también españoles Álvaro Pastor y Antonio Naharro y por la cual consiguió la Concha de Plata en el Festival de Cine de San Sebastián por su interpretación en la misma, en el 2009.
En la película, Pablo interpreta a Daniel Sanz, un joven con síndrome de Down que inicia su vida laboral en la administración pública. Ahí conoce a Laura (Lola Dueñas), una compañera de trabajo con la que vivirá una relación de amor y amistad.
“Me imagino que esta película despertará un gran interés sobre el síndrome de Down. Ojalá las instituciones promuevan que más chicos con discapacidad desarrollen su faceta artística. Sería precioso que ayudáramos un poquito a la inserción laboral de las personas Down”, han sido algunas de sus declaraciones a reconocidos medios españoles.
Y es que el problema, como bien dice Pablo, es que hay gente que ni siquiera tiene una oportunidad en la vida como la que él ha tenido. De ahí que su principal motivación para participar en la película haya sido esa.
“Hay gente que ni siquiera ha tenido una oportunidad como la que yo he tenido. He participado en ‘Yo también’ por ellos. Siempre me he considerado un portavoz, el que lleva la bandera del Síndrome de Down, porque no tienen voz. Alguien tiene que tenerla y me ha tocado a mí. Soy un convencido de que se pueden hacer muchas cosas”, señala con algo más que convicción.
Y así esperamos que sea porque como él, en España o en cualquier rincón del mundo, incluso en el Perú, donde también sabemos de personas como Pablo, son miles las personas con habilidades diferentes que esperan una oportunidad para insertarse en la sociedad como es debido. ¿Por dónde empezar? Definitivamente, son las familias las que deben dar el primer paso. ¿El resto? La sociedad, tú o yo…
Pablo dice que es fundamental cambiar el “no” por el “sí”. Pasar del no puedo al sí puedo es básico, porque si se piensa que no puedes, te quedas en casa, y dice que la educación tiene un papel muy importante en este cambio de actitud.
Al conocer a Pablo nos damos cuenta de la importancia del entorno familiar, gracias a su familia Pablo ha logrado lo que es hasta el día de hoy, claro que sin quitarle méritos a él, pues se puso a estudiar y trabajar para lograr lo que él quería ser, muchas veces sufriendo humillaciones y desprecios, sin embargo, logró enfrentar y pasar a través de muchos obstáculos hasta llegar a ser un digno portavoz de las personas con Síndrome de Down o con otras “capacidades diferentes” y lo más importante, su lucha incansable por lograr ser tratados como los demás y tener las mismas oportunidades que todos, y lo está logrando, bien por Pablo!!!
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