El pasado 15 de mayo, se celebró en México el Día del Maestro, y como un
homenaje a todos los maestros queremos compartir la semblanza que Alberto
Brunell hizo sobre un maestro muy querido de nivel de preparatoria en la ciudad
de Monterrey en México: El entrañable “El
Gordo Manzanas” como de cariño lo conocíamos todos por acá; mucho fue lo
que sembró en sus cientos de alumnos, y si hubiera tenido más tiempo con
nosotros hubiera gozado de ver los frutos de sus enseñanzas. Les compartimos
esta hermosa semblanza…
Se llamaba Manuel Gerardo Rodríguez Reza, pero en el colegio lo conocíamos como
“El Gordo Manzanas”, por ese color
sonrojado de sus mejillas, que se perdía un poco en el moreno de su tez, pero
brotaba siempre con intensidad cuando jugaba con nosotros, cuando caminaba y
hacia ejercicio, y hasta cuando con pasión defendía sus argumentos e intentaba
por mil formas enseñarnos el camino de la sabiduría.
Nació en Monterrey, y muy pequeño se trasladó a la ciudad de Durango, donde
estudio, en el Seminario Arquidiocesano, y muy joven también, luego de estar
convencido de que su vocación no era para el sacerdocio, se convirtió en el
maestro de las Juventudes del Franco, del CUM, del Instituto Regiomontano y de
muchas instituciones educativas, incluida la Universidad Labastida, que sirvió
de base para la hoy Universidad de Monterrey.
No soy quizá el más indicado para hablar de la enorme e inolvidable
personalidad de nuestro queridísimo Gordo
Manzanas. Otros hay que, como colegas y amigos de su generación, deben
conocer muchísimos hechos y vivencias de este formador nuestro. Pero me tocó,
por azar y fortuna, tratarlo mucho. Allá por 1960 iba yo por él para llevarlo
al CUM cuando vivía todavía por la vieja calle de Abasolo, en el hoy Barrio Antiguo.
En el trayecto al colegio, conversábamos de todo, era apasionado del
acontecer político-social de su comunidad, le preocupaban los avances del
comunismo en aquella década de los sesentas, traía en la palma de la mano todos
los hilos, dimes y diretes del mapamundi, era una enciclopedia ambulante, pero
sobre todo, le alarmaba lo que el llamaba: “el inicio de la perdida de los
principios”. Cuando tocaba ese tema, el maestro Rodríguez, se convertía en el
caballereo quijotesco que, utilizando a todos sus alumnos como Sancho, peleaba
contra los crueles molinos de esa sociedad para restaurar los modales y darle
el lugar muy especial que debía tener el ser humano.
Cuantas veces le oímos, a veces con voz tranquila, y a veces con reclamo
exigente, decirnos aquella frase que jamás olvidaremos:
“¡Cuidado muchachos, no confundan el valor y precio”!
Su clase era siempre amena. Podemos decir que iba uno contento y esperaba
con ansia que llegara esa hora, donde podíamos hablar de la materia, pero también
de todo; de amigas y novias, de enemistades y problemas, de situaciones
familiares que en la adolescencia se tornan graves, pero que son fruto de una
etapa de la vida donde la inexperiencia sienta sus reales, de deportes, de
coches, de viajes, de toros, de iglesia, de ateísmo, de modas, de políticos, de
arte, de historia…. de todo.
En su hogar le sobraba inteligencia para quitarse la cachucha de catedrático
y colocarse y muy bien puesta la de fiel esposo y excelente padre, a su esposa
la Sra. Maria de los Ángeles Canales de Rodríguez le llamaba “Chiquilla”, y ya
de casados, no solo como símbolo de respeto, sino de cariño absoluto, le llamó
toda la vida “Señora”. Sus hijos: Cecilia, Manuel Gerardo, Ana del Carmen y
Sandra Isabel, se recordaran de él siempre con orgullo y denodado amor.
Quienes fuimos sus alumnos y muchas veces convivimos en el santuario de su
hogar, un hogar modesto, pero muy honrado, un hogar sin las comodidades de
muchas residencias, pero con el calor humano que el matrimonio Rodríguez-Canales
siempre brindaba, donde incluso la Sra. Angelita nos servia de comer con toda
paciencia, compartiendo ese pan y esa sal, que eran a veces apenas suficientes
para la familia, pero que ellos querían brindar a todos sus amigos, y los
primeros amigos del maestro, me consta, éramos sus alumnos.
Sabemos del buen padre y esposo que fue: Manuel Gerardo Rodríguez Reza.
Yo quisiera esta noche concentrarme en tres aspectos: El maestro, el
ciudadano y el cristiano
Primero: El maestro, fue él quien nos quitó de la cabeza que lo más
importante es memorizar. “No, decía, lo más importante es pensar, es relacionar
ideas, es formular juicios”. “Tu debes tener tu propio juicio; tu debes
formarte tu propia opinión. Discútela, peléala, pruébala. Es todo lo que te
pido”. Y así valdrás más y te respetarán más.
Y así nos fue formando: invitando a nuevas lecturas, trayendo libros de la
biblioteca del CUM e incluso de su propia casa. Compartiendo el conocimiento,
compartiendo la experiencia; había discusiones en clase, él lo permitía y lo
fomentaba, ¡claro, de eso se trataba!, y por eso aprendimos a discutir, a
debatir, y en esos concursos de oratoria (que hoy subsisten en el CUM, mucho
por él) íbamos cobrando una seguridad en nosotros mismos, un respeto necesario
para aceptar lo que hoy se conoce como tolerancia.
Si bien conocemos, y sin duda aceptamos: “que el mundo es de los audaces”,
quienes tuvimos la gran oportunidad de ser alumnos del Gordo Manzanas debemos reconocer y vivir eternamente agradecidos
que desde nuestra juventud tuvimos un magnifico promotor de dicha virtud:
Manuel Rodríguez quien fue nuestro titular del doctorado en audacia en esta
gran universidad de la vida.
Pero hay algo mucho muy importante que no quisiera olvidar ni que se me
olvidará: La confianza que nos inspiró y los consejos que nos dio cuando
despertábamos a las inquietudes sexuales, con todo el vigor y toda la fuerza
que esta edad implica. Fue él quien desmitificó verdades a medias y claras
mentiras, fue él quien nos enseñó que solo mediante la voluntad (y la Gracia Divina)
se puede salir adelante.
Fue un especie de confesor laico que nos fue guiando en la senda del bien,
no era ni excesivamente duro, ni excesivamente blando, simplemente: centrado,
prudente, sabio.
Me refiero ahora al ciudadano: que yo recuerde, no militaba en ningún
partido político, pero su vida diaria era una lección de civismo. Amaba
entrañablemente a su patria, y nos hacia sentir que México éramos todos los
mexicanos, dentro y fuera de su territorio, pobres y ricos, sabios e
ignorantes, fuertes y débiles.
Su participación en las Asociaciones de Maestros y en la Sociedad de Exalumnos
Seglares del Seminario, A.C. de la que fue presidente, nos habla de este
compromiso social y cívico al que nunca fue ajeno y donde supo responder con
claro compromiso y entrega.
Por último, es indiscutible que el Gordo Manzanas era un hombre de fe, de
profunda fe en Dios. Creyente por convicción pero lo que no es menos cierto,
creyente de acción. El practicaba el amor, la caridad, el perdón, la paciencia,
la generosidad, la amistad…. era el prototipo del cristiano que debemos ser, en
una época marcada por las contradicciones. Su catolicismo no era “mocho”, era
práctico y sin exhibicionismos. Huía del fariseísmo y de las apariencias,
porque: estas son hipocresía, falsedad, como el mismo Cristo lo denunció
Mi mejor manera de agradecer a la hija de mi eterno amigo, guía y maestro,
a la Sra. Cecilia Rodríguez de Pérez de Lara, quien me brindó esta honrosa
oportunidad de expresarme es hacerle saber mi sentimiento muy leal, noble y
sincero que tenemos todos los que fuimos alumnos de su padre…. Descanse en paz,
porque así se lo merece Don Manuel Gerardo Rodríguez Reza.
Alberto Brunell
Después de leer esta hermosa semblanza sobre nuestro querido maestro,
quiero compartirles unos versos que una compañera, alumna también del Gordo
Manzanas, Cristina Moreno, le escribió cuando él tenía problemas de salud y
sufrió un desmayo, se los obsequió un día del maestro:
He venido a rogar que me escuches
Y ahora llego a pedirte un favor
Te pido tiempo, dadle tiempo
Para terminar de esparcir la semilla
Tiempo, dadle tiempo, para mirar
Que no toda cae en la orilla
Míralo Señor para lo que te pide
No es para gozar, ni para disfrutar
Sueña le concedas tiempo para dar
Míralo Señor, mira al labrador
Que siembra en las aulas,
Con alegría y con amor
Hay mucha tierra sedienta
Y caminos por labrar
No importa si es recio el viento
Yo lo que te pido es tiempo
Después de ese día del maestro, tuvimos la suerte de que Dios le concediera
un año más de vida, este próximo lunes 18 de mayo se cumplen 38 años de que nos dejó físicamente, pero su espíritu y enseñanza permanecen con nosotros...