sábado, 16 de mayo de 2015

El Gordo Manzanas




El pasado 15 de mayo, se celebró en México el Día del Maestro, y como un homenaje a todos los maestros queremos compartir la semblanza que Alberto Brunell hizo sobre un maestro muy querido de nivel de preparatoria en la ciudad de Monterrey en México: El entrañable “El Gordo Manzanas” como de cariño lo conocíamos todos por acá; mucho fue lo que sembró en sus cientos de alumnos, y si hubiera tenido más tiempo con nosotros hubiera gozado de ver los frutos de sus enseñanzas. Les compartimos esta hermosa semblanza…

Se llamaba Manuel Gerardo Rodríguez Reza, pero en el colegio lo conocíamos como “El Gordo Manzanas”, por ese color sonrojado de sus mejillas, que se perdía un poco en el moreno de su tez, pero brotaba siempre con intensidad cuando jugaba con nosotros, cuando caminaba y hacia ejercicio, y hasta cuando con pasión defendía sus argumentos e intentaba por mil formas enseñarnos el camino de la sabiduría.

Nació en Monterrey, y muy pequeño se trasladó a la ciudad de Durango, donde estudio, en el Seminario Arquidiocesano, y muy joven también, luego de estar convencido de que su vocación no era para el sacerdocio, se convirtió en el maestro de las Juventudes del Franco, del CUM, del Instituto Regiomontano y de muchas instituciones educativas, incluida la Universidad Labastida, que sirvió de base para la hoy Universidad de Monterrey.

No soy quizá el más indicado para hablar de la enorme e inolvidable personalidad de nuestro queridísimo Gordo Manzanas. Otros hay que, como colegas y amigos de su generación, deben conocer muchísimos hechos y vivencias de este formador nuestro. Pero me tocó, por azar y fortuna, tratarlo mucho. Allá por 1960 iba yo por él para llevarlo al CUM cuando vivía todavía por la vieja calle de Abasolo, en el hoy Barrio Antiguo.

En el trayecto al colegio, conversábamos de todo, era apasionado del acontecer político-social de su comunidad, le preocupaban los avances del comunismo en aquella década de los sesentas, traía en la palma de la mano todos los hilos, dimes y diretes del mapamundi, era una enciclopedia ambulante, pero sobre todo, le alarmaba lo que el llamaba: “el inicio de la perdida de los principios”. Cuando tocaba ese tema, el maestro Rodríguez, se convertía en el caballereo quijotesco que, utilizando a todos sus alumnos como Sancho, peleaba contra los crueles molinos de esa sociedad para restaurar los modales y darle el lugar muy especial que debía tener el ser humano.

Cuantas veces le oímos, a veces con voz tranquila, y a veces con reclamo exigente, decirnos aquella frase que jamás olvidaremos:

“¡Cuidado muchachos, no confundan el valor y precio”!

Su clase era siempre amena. Podemos decir que iba uno contento y esperaba con ansia que llegara esa hora, donde podíamos hablar de la materia, pero también de todo; de amigas y novias, de enemistades y problemas, de situaciones familiares que en la adolescencia se tornan graves, pero que son fruto de una etapa de la vida donde la inexperiencia sienta sus reales, de deportes, de coches, de viajes, de toros, de iglesia, de ateísmo, de modas, de políticos, de arte, de historia…. de todo.

En su hogar le sobraba inteligencia para quitarse la cachucha de catedrático y colocarse y muy bien puesta la de fiel esposo y excelente padre, a su esposa la Sra. Maria de los Ángeles Canales de Rodríguez le llamaba “Chiquilla”, y ya de casados, no solo como símbolo de respeto, sino de cariño absoluto, le llamó toda la vida “Señora”. Sus hijos: Cecilia, Manuel Gerardo, Ana del Carmen y Sandra Isabel, se recordaran de él siempre con orgullo y denodado amor.

Quienes fuimos sus alumnos y muchas veces convivimos en el santuario de su hogar, un hogar modesto, pero muy honrado, un hogar sin las comodidades de muchas residencias, pero con el calor humano que el matrimonio Rodríguez-Canales siempre brindaba, donde incluso la Sra. Angelita nos servia de comer con toda paciencia, compartiendo ese pan y esa sal, que eran a veces apenas suficientes para la familia, pero que ellos querían brindar a todos sus amigos, y los primeros amigos del maestro, me consta, éramos sus alumnos.

Sabemos del buen padre y esposo que fue: Manuel Gerardo Rodríguez Reza.

Yo quisiera esta noche concentrarme en tres aspectos: El maestro, el ciudadano y el cristiano

Primero: El maestro, fue él quien nos quitó de la cabeza que lo más importante es memorizar. “No, decía, lo más importante es pensar, es relacionar ideas, es formular juicios”. “Tu debes tener tu propio juicio; tu debes formarte tu propia opinión. Discútela, peléala, pruébala. Es todo lo que te pido”. Y así valdrás más y te respetarán más.

Y así nos fue formando: invitando a nuevas lecturas, trayendo libros de la biblioteca del CUM e incluso de su propia casa. Compartiendo el conocimiento, compartiendo la experiencia; había discusiones en clase, él lo permitía y lo fomentaba, ¡claro, de eso se trataba!, y por eso aprendimos a discutir, a debatir, y en esos concursos de oratoria (que hoy subsisten en el CUM, mucho por él) íbamos cobrando una seguridad en nosotros mismos, un respeto necesario para aceptar lo que hoy se conoce como tolerancia.

Si bien conocemos, y sin duda aceptamos: “que el mundo es de los audaces”, quienes tuvimos la gran oportunidad de ser alumnos del Gordo Manzanas debemos reconocer y vivir eternamente agradecidos que desde nuestra juventud tuvimos un magnifico promotor de dicha virtud: Manuel Rodríguez quien fue nuestro titular del doctorado en audacia en esta gran universidad de la vida.

Pero hay algo mucho muy importante que no quisiera olvidar ni que se me olvidará: La confianza que nos inspiró y los consejos que nos dio cuando despertábamos a las inquietudes sexuales, con todo el vigor y toda la fuerza que esta edad implica. Fue él quien desmitificó verdades a medias y claras mentiras, fue él quien nos enseñó que solo mediante la voluntad (y la Gracia Divina) se puede salir adelante.

Fue un especie de confesor laico que nos fue guiando en la senda del bien, no era ni excesivamente duro, ni excesivamente blando, simplemente: centrado, prudente, sabio.
Me refiero ahora al ciudadano: que yo recuerde, no militaba en ningún partido político, pero su vida diaria era una lección de civismo. Amaba entrañablemente a su patria, y nos hacia sentir que México éramos todos los mexicanos, dentro y fuera de su territorio, pobres y ricos, sabios e ignorantes, fuertes y débiles.

Su participación en las Asociaciones de Maestros y en la Sociedad de Exalumnos Seglares del Seminario, A.C. de la que fue presidente, nos habla de este compromiso social y cívico al que nunca fue ajeno y donde supo responder con claro compromiso y entrega.

Por último, es indiscutible que el Gordo Manzanas era un hombre de fe, de profunda fe en Dios. Creyente por convicción pero lo que no es menos cierto, creyente de acción. El practicaba el amor, la caridad, el perdón, la paciencia, la generosidad, la amistad…. era el prototipo del cristiano que debemos ser, en una época marcada por las contradicciones. Su catolicismo no era “mocho”, era práctico y sin exhibicionismos. Huía del fariseísmo y de las apariencias, porque: estas son hipocresía, falsedad, como el mismo Cristo lo denunció

Mi mejor manera de agradecer a la hija de mi eterno amigo, guía y maestro, a la Sra. Cecilia Rodríguez de Pérez de Lara, quien me brindó esta honrosa oportunidad de expresarme es hacerle saber mi sentimiento muy leal, noble y sincero que tenemos todos los que fuimos alumnos de su padre…. Descanse en paz, porque así se lo merece Don Manuel Gerardo Rodríguez Reza.

Alberto Brunell 

Después de leer esta hermosa semblanza sobre nuestro querido maestro, quiero compartirles unos versos que una compañera, alumna también del Gordo Manzanas, Cristina Moreno, le escribió cuando él tenía problemas de salud y sufrió un desmayo, se los obsequió un día del maestro:

He venido a rogar que me escuches
Y ahora llego a pedirte un favor
Te pido tiempo, dadle tiempo
Para terminar de esparcir la semilla
Tiempo, dadle tiempo, para mirar
Que no toda cae en la orilla
Míralo Señor para lo que te pide
No es para gozar, ni para disfrutar
Sueña le concedas tiempo para dar
Míralo Señor, mira al labrador
Que siembra en las aulas,
Con alegría y con amor
Hay mucha tierra sedienta
Y caminos por labrar
No importa si es recio el viento
Yo lo que te pido es tiempo

Después de ese día del maestro, tuvimos la suerte de que Dios le concediera un año más de vida, este próximo lunes 18 de mayo se cumplen 38 años de que nos dejó físicamente, pero su espíritu y enseñanza permanecen con nosotros...