domingo, 5 de agosto de 2018

Maternidad / Motherhood

Tenemos una historia que contarte…
We have a story to tell...
(Please read this story below the Spanish version)

Maternidad

Una historia para hombres también...

Whitney era una hermosa bebé de 8 libras, 3 oz que venía de nalgas, por lo que nació por cesárea. Los bebés que nacen de esta manera están predispuestos a la displasia de cadera, una condición en la que la cavidad de la cadera no está completamente formada. Mi (ahora ex) marido era médico y yo, una enfermera en el hospital donde nació Whitney, así que nos sentimos confiados de recibir el mejor tratamiento médico disponible. Afortunadamente, todos los expertos estuvieron de acuerdo en que no había  displasia de cadera.

El nacimiento de Whitney trajo una profunda alegría y UN profundo desorden de mi vida. Las cosas que había dado por sentadas como dormir, comer, bañarme... desaparecieron de la noche a la mañana. Durante los tres primeros meses de la maternidad, ¡yo estaba hecha un lío! Mi salvación fue tener a mi propia mamá que no sólo me mostró como hacer las cosas, sino que también me tranquilizaba y me decía que lo estaba haciendo muy bien. Siempre habíamos estado cerca, pero nunca había sentido más aprecio por mi mamá que durante estos primeros meses.

La fecha de los tres meses del nacimiento coincidió con el Día del Padre y mientras disfrutábamos de una parrillada familiar, recuerdo que pensé, "Estoy empezando a entender el truco a esto de la maternidad" Estaba disfrutando de la bienvenida nuevamente a la normalidad, cuando fui sacudida bruscamente a una nueva realidad al oír el grito más aterrador, seguido de ba-bum, ba-bum, ba-bum,  y un ¡RUIDO SORDO! Corrí a la escalera, para encontrar a mi marido de espaldas en el piso, y a la dulce y frágil Whitney, de 3 meses, que yacía inmóvil en el suelo. ¡Me congelé de terror! Whitney no se movía, ni lloraba, y mi marido estaba gritando "¡¡¡Oh Dios mío! Se me cayó la bebé!!! "

Yo rápidamente la levanté y la abracé muy cerca de mí. Después de unos momentos, ella se echó a llorar desconsoladamente; un grito que hace días habría torturado mi alma, en ese momento era música para mis oídos.

Nos llevamos a Whitney al hospital donde los rayos X confirmaron el fémur derecho roto y una displasia de cadera muy leve, que había sido descartada después del nacimiento. En la primera de varias ironías, la caída por las escaleras era una bendición disfrazada. Si la displasia se hubiera detectado hasta más tarde en su vida, se hubiera requerido cirugía. Lo peor que ella tendría que soportar ahora era un poco de yeso en la pierna. ¿Cierto? ¡Falso!

Apenas unos días después de afirmar: "Yo puedo con esto de la maternidad," mi forma de pensar se tornó un drama desgarrador. Nuestra estancia en el hospital fue de cinco días, en el que la pequeña pierna de Whitney fue suspendida en tracción. Nunca me fui de su habitación y gran parte de mi tiempo lo pasaba viéndola con impotencia, incapaz de sostenerla y alimentarla, retorciendo mi cuerpo para amamantarla mientras estaba de pie junto a su cuna. El quinto día a Whitney le colocaron un yeso en todo el cuerpo, desde las axilas hasta los pies y ya éramos libres de irnos a casa.

Finalmente en el hogar, la situación era mucho mejor, aunque me era tan nueva como cuando la trajimos a casa después de su nacimiento. Ella no cabía en el asiento de seguridad, debido a su nuevo "tronco" físico y ninguna de la ropa de recién nacido le quedaba. Durante este tiempo traumático, mi madre se acercó de nuevo y me demostró la maternidad de una gran manera. El aprecio que siempre había sentido por ella creció diez veces más.

Como mi marido trabajaba más de 50 horas a la semana, no podía ayudar mucho con Whitney. Así que los siguientes tres meses, mi mamá se fue a vivir con nosotros. Se quedaba de lunes a viernes, se regresaba con mi papá los fines de semana. De muchas maneras, esos fueron los  mejores tres meses de mi vida. Después de vivir lejos de casa durante muchos años, era algo único vivir con mi mamá de nuevo y ella y yo nos conectamos como nunca antes. Ella me ayudó a ver que la maternidad no era algo que temer, sino más bien un privilegio que abrazar y disfrutar. Cuando estaba cansada me decía: "ve a tomar una siesta" Cuando necesitaba tiempo con mis amigas, me decía, "sal fuera, disfruta" Y todas las tardes a la 1:00 nos hacíamos una olla de café y veíamos nuestra novela favorita, As the World Turns”.

Después de tres largos meses, el yeso de Whitney fue finalmente retirado. Fue una alegría poder abrazarla de nuevo y hacer todas las cosas que yo había dado por sentado antes de la caída: tocar su piel, limpiar su colita, y soplar “trompetillas” en su pancita. Tenía a mi bebé normal de nuevo; una bebé que podía caber en un asiento de coche y llevar ropa normal. ¡La vida era buena otra vez!

Mamá regresó de nuevo con papá de tiempo completo, ya que no había necesidad de que se quedara. Recuerdo que la abracé el día que se fue diciendo: "No sé cómo puedo agradecerte por toda tu ayuda." Y ella respondió "oh cariño, ¡el placer ha sido mío!"

Apenas dos semanas después, el teléfono sonó. Era mi papá, quien dijo: "Tu mami siente como que está teniendo un ataque al corazón."

Como enfermera, mi entrenamiento me decía que gritara "¡llama al 911!", Pero en lugar de eso, dije, "Déjame hablar con ella."

Tratando de parecer tranquila... "Mamá, ¿qué está pasando?"

En voz baja, apenas audible, ella respondió: "Te amo."

"Yo también te amo, háblame del dolor."

Incluso más tranquila ahora dijo, "Te amo Lin..."

Le dije a mi papá que llamar a una ambulancia de inmediato y nos encontraríamos en el hospital. Tan pronto como vi la cara del doctor, yo supe, había visto esa mirada antes. Mamá tenía sólo 63 años cuando murió ese día.

Mi mamá era mi mejor amiga. Antes de su muerte, si contemplaba que alguien me dijera: "Tu madre está muerta," estaba segura de que me desharía en pedazos. Pero de alguna manera,  estaba bien. Sentía un consuelo espiritual indescriptible; un profundo e innato conocimiento de que mi mamá no simplemente había muerto, sino que había ido a algún lugar increíble.

Amigos y familia estaban muy preocupados por mí, la más joven (y favorita) de sus tres hijos. Todo el mundo sabía lo cerca que estábamos y se preocupaban de que me desmoronara. Yo decía, "Yo creo que no 'me golpeó' todavía", porque nunca me desmoroné como lo habría esperado. Tuve una sensación de paz y gratitud durante toda la experiencia, que hice caso omiso de la pena. Me hice fervientemente consciente de que la vida no termina cuando el cuerpo físico muere y ese es, tal vez, el regalo más grande que jamás haya recibido.

Siempre he sido una persona espiritual, pero nunca en la medida en que lo experimenté cuando mamá murió. Incluso en la muerte, ella me enseña lecciones de vida y amor. Hoy, 27 años después, siento agradecimiento infinito por la increíble serie de circunstancias que se iniciaron cuando a mi marido se le cayó nuestra bebé (permitirme pasar los últimos tres meses de vida de mi mamá viviendo con ella) y culminó con mi última llamada telefónica con  mamá (una conversación que me habría perdido si le hubiera dicho a papá que colgara y llamara al 911); un momento en que logró, a través de su dolor, decir las últimas palabras que alguna vez me diría: "Te amo Lin ....."

Linda Ryan




Linda Ryan es una enfermera de cuidados intensivos convertida en Coach Personal. Su experiencia está ayudando a comprender lo poderoso que los pensamientos y sentimientos son, cuando se trata de crear la vida o el negocio que deseas. Ella es la autora de “La Ley de la Atracción es BS (Básicamente simple)” (Law of Attraction is B.S. (Basically Simple) ) www.CoachLindaRyan.com


Adaptación al Español:

Graciela Sepúlveda y Andrés Bermea

Here the English version…

Motherhood
A story for men too...

Whitney was a beautiful 8lbs, 3oz breech baby, delivered by C-Section. Babies born this way are predisposed to hip dysplasia, a condition wherein the hip socket is not completely formed. My (now ex-) husband was a physician and I, a nurse at the hospital where Whitney was born, so we felt confident in receiving the best medical treatment available. Thankfully, all the experts agreed there was no hip dysplasia.

Whitney's birth brought profound joy AND profound disorder to my life. The things I had come to take for granted—like sleeping, eating, showering... vanished overnight. During those first three months of motherhood, I was a hot mess! My saving grace was having my own mother not only show me the ropes, but also reassure me I was doing great. We’d always been close, but never did I feel more appreciation for my Mom than during those first few months.

The three-month mark of motherhood coincided with Father’s Day and as we enjoyed a family barbecue, I remember thinking, “I’m starting to get the hang of this motherhood thing!” As I basked in the welcome glow of that normalcy, I was abruptly jolted into a new reality as I heard the most terrifying scream, followed by ba-boom, ba-boom, ba-boom, THUD!  I sprinted to the staircase, to witness my husband flat on his back, and sweet, fragile, 3-month old Whitney lying motionless on the floor. I froze in terror! Whitney was not moving or crying and my husband was shrieking “Oh My GOD! I dropped the baby!!!”

I quickly scooped her up and held her very close. After a few moments, she began to cry inconsolably; a cry that days ago would have tortured my soul, but at that moment was music to my ears.

We whisked Whitney to the hospital where x-rays confirmed a broken right femur and a very slight hip dysplasia, which had been ruled out after birth. In the first of several ironies, the fall down the stairs was a blessing in disguise. If the dysplasia weren’t detected until later in her life, she would require surgery. The worst she would endure now was a little leg cast. Right? Wrong!

Just days after concluding, “I can do this motherhood thing,” my mindset melted into gut-wrenching drama. Our stay in the hospital was five days, wherein Whitney's little leg was suspended in traction. I never left her room and much of my time was spent watching helplessly, unable to hold and nurture her, contorting my body to breastfeed while standing next to her crib. On the 5th day, Whitney was placed in a full body cast, from her armpits to her toes and we were free to leave.

Finally home, the situation was significantly better, although it felt as new as when we brought her home after birth. She couldn’t fit in a car seat, due to her new "tree-trunk" physique and none of her newborn clothing fit. During this traumatic time, my Mom stepped up again and demonstrated motherhood in a big way. The appreciation I’d always felt for her began to escalate tenfold.

With my husband working 50+ hours a week, he couldn’t help much with Whitney. So for the next three months, my Mom moved in with us. She stayed from Monday until Friday, returning to Dad on weekends. In many ways, those were the best three months of my life. After living away from home for many years, it was quite unique to be living with my Mom again and she and I connected as never before. She helped me see that motherhood was not something to fear, but rather a privilege to embrace and enjoy. When I was tired she'd say, “go take a nap!"  When I needed time with my friends, she’d say, “go out, enjoy yourself.”  And every afternoon at 1:00 we'd make a pot of coffee and watch our favorite soap, As the World Turns.

After three long months, Whitney's cast was finally removed. It was such a joy to hold her again and do all the things I had taken for granted before the fall: touching her skin, wiping her little butt, and blowing raspberries on her belly. I had my normal baby back; a baby who could fit in a car seat and wear regular clothes. Life was good again!

Mom moved back with Dad full-time, as there was no need for her to stay. I remember hugging her goodbye the day she left saying, "I don't know how I can ever thank you for all your help." And her reply..."oh honey, the pleasure was all mine!"

Just two short weeks later, the phone rang. It was my Dad, who said, “Mommy feels like she’s having a heart attack.”

As a nurse, my training screamed “CALL 911!”, but instead I said, “Let me talk with her.”

Trying to sound calm... “Mom, what’s going on?”

In a shallow voice, barely audible, she responded, “I love you.”

“I love you too, tell me about the pain."

Even quieter now, "I love you Lin..."

I told my Dad to call an ambulance right away and we would meet him at the hospital. As soon as I saw the doctor’s face, I knew; I’d seen the look before. Mom was only 63 years old when she died that day.

My Mom was my very best friend. Prior to her death, if I contemplated someone telling me, “Your mother is dead,” I was certain I'd go to pieces. Yet somehow, I was OK. I felt an indescribable spiritual comfort; a deep and innate knowing that Mom had not merely died, but had gone somewhere amazing.

Friends and family were so concerned about me, the youngest (and favorite!) of her three children. Everyone knew how close we were and worried I would fall apart. I kept saying, "I don't think it's 'hit me' yet," because I never did fall apart, as I would have expected.  I had a sense of peace and gratitude about the whole experience that overrode the grief. I became fervently aware that life does not end when the physical body dies and that is, perhaps the greatest gift I've ever received.

I’ve always been a spiritual person, but never to the degree I experienced when Mom died. Even in death, she teaches me lessons of life and love. Today, 27 years later. I feel endless appreciation for the incredible string of circumstances that began with my husband dropping our baby (allowing me to spend the last three months of Mom's life living with her) and culminated with my last phone call with Mom (a conversation I would have missed if I'd told Dad to hang up and call 911); a moment when she managed, through her pain, to say the final words she would ever speak to me: "I love you Lin....."

Linda Ryan

Linda Ryan is an Intensive Care Nurse turned Personal Coach. Her expertise is helping you understand how powerful your thoughts and feelings are, when it comes to creating the life or business you want. She is the author of The Law of Attraction is B.S. (Basically Simple). Visit her website at www.CoachLindaRyan.com

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Email: CoachLindaRyan@gmail.com
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Twitter: LindaRyanFromNJ
  

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