Tenemos una historia que contarte…
We have a story to tell...
(Please read this story below the Spanish version)
Laura Lane su hija Celeste, su amiga Hayley y Laurie su mamá |
A las 4 de la tarde el jueves 24 de febrero de 2011, mi marido Matt y yo acabábamos de recoger a nuestro hijo de 6 años de edad, Grayson, de la escuela. Subimos de nuevo al coche, tomé mi teléfono celular pues estaba sonando. Era Michelle, madrastra de mis hijos. Se apresuró a informarme que Celeste, mi hija de 12 años, estaba en urgencias del Hospital Infantil en Londres, Ontario.
Celeste había estado teniendo dolores de cabeza, y tenía una cita con el médico próximamente, pero cuando comenzó a tener visión doble esa mañana, Michelle, una residente de neurología, llevó a Celeste a ver a su médico ese mismo día. De inmediato envió a Celeste a la sala de urgencias. Ellos hicieron un TAC y se programó una resonancia magnética.
Michelle anunció, "A Celeste le tienen que practicar una neuro cirugía esta noche."
"¡Vamos para allá!” Le dije. Yo estaba en shock.
A Celeste se le practicaron dos cirugías en siete días. Fue trasladada al Hospital de Niños Enfermos en Toronto. Luego, diez días más tarde se le diagnosticó Pineoblastoma, una forma muy rara de tumor cerebral. Se recomendó que se comenzaran 30 tratamientos de radiación de alta dosis y 4 rondas de quimioterapia de alta dosis y rescate de células madre.
Después nos enteramos de que había otra niña de 12 años de edad, Hayley, en Nueva Jersey que iba a someterse al mismo protocolo exactamente al mismo tiempo. Ella también había sido diagnosticada ese mismo mes de febrero. No podíamos creer la suerte de encontrar a alguien más que estaba pasando por las mismas cosas al mismo tiempo. La madre de Hayley, Laurie, y yo, nos volvimos muy cercanas ese año, nos enviábamos correos electrónicos y nos llamamos la una a la otra a veces a diario. Vimos a nuestras niñas valientemente pasar a través de las más difíciles pruebas, tratamientos, cirugías y procedimientos imaginables. Vimos como ellas asombraban a sus médicos y enfermeras y se recuperaban increíblemente. Hayley recibió el codiciado "Sin evidencia de enfermedad" y el tumor de Celeste se contrajo 98,5 por ciento. Ese año, ambas regresaron a la escuela, se graduaron de octavo y pasaron a la secundaria. Fue increíble. Ellas eran increíbles.
Aprendimos a creer en los milagros ese año. Yo, personalmente, estaba decidida a descubrir el secreto para obtener la mayor cantidad de milagros como fuera posible para Celeste. Tenía suficiente fe y determinación para hacer todo lo que estuviera en mi mano para que mi hermosa hija conquistara estas células estúpidas en su cuerpo. Sabía que eran sólo células en el lugar equivocado, creciendo donde no debían, sólo una pequeña tarea para que nuestro Padre Celestial se ocupara. Sabía que tendríamos el milagro por el que estábamos orando.
Aprendí mucho ese año, tanto que comencé a enseñar de lo que la fe realmente se trataba: de creer, escuchar, confiar, y actuar. Creo en un Dios de milagros. Yo estaba dispuesta a escuchar los avisos que recibía de Dios, confiar en esos impulsos y actuar siguiéndolos a través de la inspiración que había recibido. Esto no era difícil. Todos los días yo practicaba mi fe: creer, escuchar, confiar y actuar. Sabía que podíamos seguir siendo positivas a pesar de todo y de inspirar a otros sobre cómo enfrentar con valentía desafíos similares.
Lo que no sabía era el plan del Padre Celestial para Celeste.
Durante el verano de 2012, la Resonancia Magnética de Celeste mostró algunos puntos que no habían estado allí antes. Otros habían reportado resonancias magnéticas similares que mostraban nuevos puntos pero terminaban siendo nada o habían desaparecido en la siguiente resonancia magnética. Oramos para que fuera ese el caso de Celeste. Pero en esos primeros días después de enterarme de la noticia, me invadió el miedo de perderla.
¿Y si? No podía soportar la idea.
Me dediqué de nuevo a hacer todo lo posible para ayudarla a regresar a la plena salud. Recé y me centré en verla sana y feliz. Le pedí a todo el mundo que conocíamos que se reorientara y siguiera orando por su plena recuperación. Estudié el libro de Wayne Dyer “El poder de la intención”. Le seguí pidiendo a mi Padre Celestial y estaba lista para recibir respuestas, bendiciones y milagros.
Yo estaba dispuesta a hacer todo lo necesario para ayudar a Celeste. A pesar de que el sistema médico no tenía nada más que ofrecer, todavía había muchas más opciones disponibles como alternativa. Yo sabía que la oración era la herramienta más grande que teníamos también.
Pero me di cuenta de que en última instancia le correspondía a Celeste y lo que ella quería.
Era su lucha, no la mía.
Ella era la que estaba en el ring. Fue su elección y no la mía. Si Celeste quería vivir, entonces le ayudaría en todo lo posible. Pero si ella no tenía la energía para luchar contra esto ya más, entonces me gustaría apoyarla en eso también.
Nos centraríamos en ayudarla a que viva de la mejor manera posible el tiempo restante que tenía y hacer cada día ¡fantástico!
Esto fue lo más difícil de hacer, pero fue lo que me dio la mayoría paz. Fue el último “dejar ir” y la mayor prueba de mi fe. Aprendí a confiar completamente. Luego, cuando llegaron los resultados de su siguiente resonancia magnética y que mostraban que los tumores se habían extendido por todas partes y ella sólo tenía días o semanas de vida, sabíamos lo que teníamos que hacer. Hacer todos los días que le quedaban ¡increíbles!
Las últimas 6 semanas que pasamos con Celeste fue el milagro más grande y maravilloso que pudiéramos recibir. Con la asistencia de cientos de personas de todo el mundo ayudamos a Celeste a completar su lista de últimos deseos. Pudimos bellamente prepararla para su transición al Padre Celestial con tranquilidad y gracia. Ella serenamente pasó al otro lado minutos antes del mediodía el 24 de febrero de 2013.
A pesar de que era difícil fui capaz de aferrarme a una increíble sensación de paz sabiendo que todo era como debería ser, que habíamos hecho todo lo que pudimos por ella y que ella estaba en un lugar mucho mejor. Abracé las hermosas palabras que recibí de Elder David Homer "A veces hay espíritus tan dulces y tan especiales, que Dios tiene que llamarlos a casa." Mi querida dulce hija había sido llamada a casa y estaba bien.
Laura Lane
Laura Lane ha trabajado, se ha entrenado con y aprendido de los líderes mundiales en el crecimiento y desarrollo personal: Jack Canfield, Bob Proctor, Chris y Janet Attwood, Marci Schimoff, Steve Siebold, Stephen Covey, Kevin Hall, Ty Bennett, Dave Blanchard , y Wayne Dyer. Ella es autora de libros para niños, poeta, artista, oradora, coach y dueña de una galería. Laura Lane y Laurie Nersten han escrito juntas el libro "Dos madres, Una Oración: Enfrentando el cáncer de tu hijo con esperanza, fuerza y coraje" donde comparten las valientes historias de sus hijas, la hermosa relación que se desarrolló entre las dos madres y lo que aprendieron a través de sus experiencias que podría ayudar e inspirar a otros padres. Es una historia de amor y pérdida, de esperanza, fuerza y coraje, escrita para tocar el corazón a los lectores sin importar sus circunstancias.
Publicada originalmente en Internet en InsightOf The Day de Bob Proctor
Adaptación al Español:
Graciela Sepúlveda y Andrés Bermea
Graciela Sepúlveda y Andrés Bermea
Here the English version…
Two mothers, One prayer
At 4 o’clock in the afternoon on Thursday, February 24, 2011, my husband Matt and I had just picked up our 6-year-old son, Grayson, from school. Climbing back into our car, I scrambled to grab my ringing cell phone. It was Michelle, my children’s stepmother. She hurriedly informed me that Celeste, my 12-year-old daughter, was in the emergency department of the Children’s Hospital in London, Ontario.
Celeste had been having bad headaches, and we had a doctor’s appointment coming, but when she started developing double vision that morning, Michelle, a neurology resident, took Celeste to see her doctor that day. He immediately sent Celeste over to the emergency department. They did a CAT scan and an MRI was scheduled.
Michelle announced, “Celeste has to have emergency neuro [brain] surgery tonight.”
“We’re on our way!” I said. I was in shock.
Celeste ended up having two surgeries in seven days. She was transferred to Sick Kids Hospital in Toronto. Then ten days later she was diagnosed with Pineoblastoma, a very rare form of brain tumour. It was recommended that she begin 30 treatments of high dose radiation and 4 rounds of high dose chemotherapy and stem cell rescue.
We later found out there was one other 12 year-old girl, Hayley, in New Jersey undergoing the exact same protocol at the same time. She had also been diagnosed that same February. We couldn’t believe our luck finding someone else who was going through the same things at the same time. Hayley’s mom, Laurie and I became closer than close that year as we emailed and called each other, sometimes daily. We watched our girls bravely go through the most difficult treatments, tests, surgeries and procedures imaginable. We watched them amaze their doctors and nurses and bounce back incredibly. Hayley received the coveted “No Evidence of Disease” and Celeste’s tumour shrank 98.5 percent. That year they both returned back to school, graduated from grade 8 and moved up to high school. It was incredible. They were incredible.
We learned to believe in miracles that year. I, personally was intent on discovering the secret to obtaining as many miracles as possible for Celeste. I had enough faith and determination to do everything in my power so my beautiful daughter would conquer these stupid cells in her body. I knew they were only cells in the wrong place, growing where they shouldn’t, just a small task for Heavenly Father to take care of. I knew we would have the miracle we were praying for.
I learned so much that year that I began teaching what faith really is all about: believing, listening, trusting, and acting. I believe in a God of miracles. I was willing to listen to the prompting I received from God, trust those promptings and act by following through on the inspiration I received. This wasn’t hard. Every day I was practicing my faith: believing, listening, trusting and acting. I knew we could remain positive through it all and inspire others on how to bravely get through similar challenges.
What I didn’t know was Heavenly Father’s plan for Celeste.
During the summer of 2012, Celeste’s MRI showed some spots that hadn’t been there before. Others had reported similar early MRIs showing new spots but they ended up being nothing or were gone on the next MRI. We prayed that would be the case with Celeste. But in those first few days after hearing the news, I was overcome with the fear of losing her.
What if? I couldn’t bear the thought.
I rededicated myself to doing everything to help her return to full health. I prayed and focused on seeing her healthy and happy. I asked everyone we knew to refocus and keep praying for her full recovery. I studied Wayne Dyer’s book The Power of Intention. I continued to ask my Heavenly Father and I was ready to receive answers, blessings, and miracles.
I was willing to do everything necessary to help Celeste. Although the medical system didn’t have anything else left to offer, there were still many more options available alternatively. I knew prayer was the greatest tool we had too.
But I realized that ultimately it was up to Celeste and what she wanted.
It was her fight, not mine.
She’s the one in the ring. It was her choice and not mine. If Celeste wanted to live, then I would help in every way possible. But if she didn’t have the energy left to fight this anymore, then I would support her in that as well.
We would focus on helping her to live the best way possible with the time she had remaining and make every day fantastic!
This was the hardest thing to do, but it was what gave me the most peace. It was the ultimate letting go and the greatest test of my faith. I learned to trust completely. Then when the news came on her next MRI that the tumours had spread everywhere and she only had days or weeks left to live, we knew what we needed to do. Make every day she had left incredible!
The last 6 weeks we spent with Celeste was the biggest and most wonderful miracle we could receive. With the assistance of hundreds of people all over the world we helped Celeste complete her bucket list. We were able to beautifully prepare her for her transition to her Heavenly Father with ease and grace. She quietly passed over to the other side minutes before noon on February 24th 2013.
Even though it was difficult I was able to hold onto an incredible sense of peace knowing everything was as it should be, we had done everything we could for her and she was in much better place. I embraced the beautiful words I received from Elder David Homer “Sometimes there are spirits so sweet and so special, God has to call them home.” My dear sweet daughter had been called home and it was okay.
Laura Lane
Laura Lane has worked, trained with and learned from the world’s leaders in personal growth and development: Jack Canfield, Bob Proctor, Chris and Janet Attwood, Marci Schimoff, Steve Siebold, Stephen Covey, Kevin Hall, Ty Bennett, Dave Blanchard, and Wayne Dyer. She is a published children’s book author, poet, artist, speaker, coach and gallery owner. Laura Lane and Laurie Nersten have co-authored the book “Two Mothers, One Prayer: Facing your child’s cancer with hope, strength and courage” sharing the courageous stories of their daughters, the beautiful relationship that developed between the two mothers and what they learned through their experiences that could help and inspire other parents. It is a story of love and loss, of hope, strength and courage, written to touch the readers heart no matter your circumstance.
Originally published on Insight Of The Day from Bob Proctor