Hace unos días terminé de leer el libro “La Rueda de la Vida” (The Wheel of Life: A Memoir of Living and Dying) de la Dra. Elisabeth Kübler-Ross y me impactó mucho el cambio que ella trajo para el trato que se da hacia los moribundos, fue la iniciadora de la tanatología, se preocupó en escucharlos y saber que querían y necesitaban, hizo que su despedida de esta vida, a otra vida mejor, fuera cálida, llena de amor y paz. Les platico de esta gran doctora y un maravilloso ser humano…
Elisabeth Kübler-Ross nació el 8 de julio de 1926 en Zurich, Suiza. Su interés por la muerte comenzó en su época de estudiante, cuando visitó algunos de los campos de exterminio nazi tras la guerra. Allí se sorprendió al ver que las paredes de los barracones estaban llenas de dibujos de mariposas. Esos dibujos afectaron profundamente a Elisabeth, que a partir de entonces se dedicó en cuerpo y alma a crear una nueva cultura sobre la muerte. Convirtió el símbolo de la mariposa en un emblema de su trabajo, ya que para ella la muerte era un renacimiento a un estado de vida superior.
Elisabeth fue trilliza y fue la elegida por su padre para ser su secretaria-contable, ella se negó rotundamente y su padre se enojó mucho y le dijo que entonces se pusiera a trabajar como empleada doméstica, ella se fue a trabajar a Ginebra, Suiza, de empleada doméstica, pero le fue sumamente mal, pues le tocó una señora medio loca que la hacía trabajar todos los días 18 horas y ningún día de descanso, regresó a su casa después de un año flaca y muy cansada, y por fin su padre accedió a que hiciera lo que más quisiera, y eso era estudiar medicina con la idea de poder ir a la India como misionera laica, sin embargo, antes de eso trabajó en varios laboratorios para tomar algo de experiencia y fue a algunos lugares de misiones ayudando a la gente que había quedado desamparada por la Guerra Mundial. Tengo que contarles una anécdota de la Dra. Kübler, estando en Lucima, Polonia, en un campamento del Servicio de Voluntarios por la Paz y estando sola, pues sus compañeras habían salido esa noche, se presentó una señora con su hijo de 3 años con fiebre tifoidea, Elisabeth le dijo que no tenían lo necesario para atender al niño, pero la señora le suplicó pues era el último de los 13 hijos que tenía y que habían muerto en los campos de exterminio, lo único que Elisabeth le podía ofrecer era ir a un hospital en Lublin, a 30 kilómetros de ahí, se fueron caminando y al llegar no lo querían recibir por la gravedad que presentaba, pues si él iba a morir, para que ocupaba una cama, Elisabeth se puso furiosa y le dijo al doctor que ella era de Suiza, que estaba ahí para ayudar al pueblo polaco y le platicó todo lo que hacía, y que al regresar a Suiza iba a decir que los polacos eran unos insensibles, el médico aceptó a regañadientes con la condición que dejaran al niño tres semanas, aceptaron y regresaron al campamento donde la mujer se convirtió en la mejor ayudante que habían tenido. Una noche la mujer desapareció, habían pasado las tres semanas. Después de una semana Elisabeth encontró un pañuelo lleno de tierra junto a su cabeza, pensó que era algo de superstición, unos días después le dijeron que lo abriera, decía: “De la señora W., cuyo último de los trece hijos usted ha salvado, tierra polaca bendita”, este se convirtió en el más preciado regalo que Elisabeth recibió en su vida.
Inició sus estudios de medicina en el otoño de 1950 y en 1957 terminó su carrera en la Universidad de Zúrich, y la vida la llevó por otros rumbos pues en la universidad conoció a su futuro esposo, Manny Ross, con el que se casó en el 58 y se fueron a vivir a Nueva York, pues él era americano, ahí los dos continuaron sus estudios.
Elisabeth quería estudiar Pediatría, pero no hubo cupo para ella y solo se pudo acomodar en Psiquiatría, y como ella siempre decía, “no hay casualidades” pues gracias a esto continuó su caminar en una labor incansable del servicio a los demás.
Empezó su residencia trabajando con enfermos mentales (a pesar de que la psiquiatría no era su rama de mayor experiencia). A base de pasar tiempo con ellos y escucharlos, logró que en 4 años muchos pudieran tener una vida libre y autónoma, en la que aceptaban sus responsabilidades y podían vivir sin ayuda de otras personas, muchos de ellos hubieran seguido una vida aislados, medicados, atontados y sin que nadie se preocupara por lo que sentían.
Después empezó a cuidar a enfermos terminales en el hospital universitario de Chicago, allí se sintió horrorizada por el trato que se daba en los hospitales a los moribundos: “Se les aislaba, se abusaba de ellos; nadie era honesto con ellos”, escribe Elisabeth. A diferencia de sus colegas y en contra de las pautas habituales de la época, decidió sentarse cerca de los pacientes, dedicarles tiempo, atención y escucharlos.
Sus críticas sobre el trato de los moribundos, provocaron el rechazo de sus compañeros en un principio.
Empezó a impartir seminarios en los que participaban enfermos terminales que hablaban al público acerca de su situación y cómo la atravesaban. En 1968 estos seminarios se convirtieron en cursos acreditados. Hoy los estudios sobre la muerte y el morir forman parte de la formación de los estudiantes de medicina de muchos países.
Todos sus libros tratan sobre la muerte y el acto de morir y va describiendo diferentes fases del enfermo según va llegando su muerte (modelo Kübler Ross: negación, ira, negociación, depresión y aceptación).
Es autora de “Sobre la muerte y los moribundos” (1969), donde expuso su famoso modelo de Kübler-Ross por primera vez. Sentó las bases de los modernos cuidados paliativos. La Biblioteca Pública de Nueva York considera este libro, uno de los trabajos literarios más importantes del siglo XX.
Ayudó a muchos familiares a manejar la pérdida de su seres queridos, les explicó cómo apoyar a la persona en agonía, lo que debía hacerse en esos difíciles momentos y lo que no. Se empezaron a crear fundaciones y movimientos ciudadanos que reclamaban el derecho a una muerte digna bajo su supervisión.
En 1975 Elizabeth publicó entrevistas y testimonios de personas que habían vivido ECM (experiencias cercanas a la muerte), en estas experiencias la gente hablaba de la muerte como una experiencia maravillosa y del reencuentro con personas amadas que han muerto antes, y donde se les hacía una pregunta: ¿Qué servicio has prestado a los demás?
Su trabajo sobre el más allá supuso un alejamiento de colegas médicos que habían valorado su trabajo como pionera del movimiento de paliativos. Pero nunca le importaron las críticas y a pesar del rechazo de muchos compañeros, siguió adelante con su trabajo, ya que después de entrevistar a miles de personas en trance de muerte, no tenía dudas acerca de la supervivencia del alma.
En 1995 sufrió varios ataques de apoplejía que le paralizaron el lado izquierdo. En una entrevista de 2002 con The Arizona Republic, decía que estaba preparada para morir.
En 1999 fue nombrada por la revista TIME, una de las más Grandes Mentes del Siglo.
Recibió más de 20 doctorados honoríficos.
La doctora Kübler-Ross continuó haciendo trabajo con enfermos terminales hasta el final de su vida, falleció el 24 de agosto de 2004 y dejó como legado a cientos y cientos de familias sanadas gracias a su intervención y conferencias, y 14 libros publicados acerca del buen morir.
En 2007 fue incluida en el Salón de la Fama Nacional de Mujeres (National Women’s Hall of Fame).
Elisabeth Kubler-Ross escribió:
“Vive de tal forma que al mirar atrás no lamentes haber desperdiciado la existencia.
Vive de tal forma que no lamentes las cosas que has hecho ni desees haber actuado de otra manera.
Vive con sinceridad y plenamente.
Vive.”
La Dra. Elisabeth Kübler-Ross, una mujer que alcanzó el éxito, la fama, el reconocimiento mundial, haciendo de su vida, una vida que gozaba plenamente y al servicio y bien de los demás.
Si te interesa conocer más sobre Elisabeth Kübler-Ross te invitamos a ver esta entrevista:
Cortesía de: Wakeupstars