"Nunca
guardes nada para una ocasión especial. Cada día que estás vivo es una ocasión
especial."
"Don't ever save anything for a special occasion. Every day you're
alive is a special occasion."
Ann Wells
Aquí nuestra historia para hoy...
(Under the Spanish version you will find our story for today)...
¿Para cuál “Día muy especial” estamos guardando?
Mi cuñado abrió el cajón
de más abajo de la cómoda de mi hermana y sacó un paquete envuelto en una gasa.
"Esto", dijo él, "no es un fondo. Es lencería."
Desechó la gasa y me dio la
prenda. Era exquisita: de seda, hecha a mano y adornada con un moño de encaje. La
etiqueta del precio que marcaba una cifra astronómica seguía atada al fondo.
"Jan compró esto la primera vez que fuimos a
Nueva York, hace por lo menos unos ocho o nueve años. Ella nunca lo usó. Lo
estaba guardando para una ocasión especial. Bueno, supongo que esta es la
ocasión".
Tomó el fondo de mis
manos y la puso en la cama con la demás ropa que llevaríamos a la funeraria.
Sus manos acariciaron largamente la prenda. Luego cerró de golpe el cajón y se
volvió hacia mí.
"Nunca guardes nada para una ocasión
especial. Cada día que estás vivo es una ocasión especial."
Recordé esas palabras durante
el funeral y los días siguientes, cuando le ayudé a él y a mi sobrina a atender
a todas las tristes tareas que siguen a una muerte inesperada. Pensé en ellos
en el avión durante el regreso a California desde la ciudad del medio oeste
donde vive la familia de mi hermana. Pensé en todas las cosas que ella no había
visto o escuchado o hecho. Pensé en las cosas que había hecho sin darse cuenta
de que eran especiales.
Todavía estoy pensando en
lo que me dijo mi cuñado, y ha cambiado mi vida. Estoy leyendo más y limpiando
el polvo menos. Me siento en la terraza y admiro la vista sin quejarme de la maleza
en el jardín. Estoy pasando más tiempo con mi familia y amigos y menos tiempo
en las reuniones del comité.
Siempre que sea posible,
la vida debe ser un modelo de experiencias para disfrutar, no para soportar. Estoy
tratando de distinguir esos momentos ahora y compartirlos.
Ya no estoy
"guardando" nada, usamos nuestra vajilla de porcelana y cristal para
cada evento especial - como rebajar un kilo; que logramos destapar el fregadero
o el primer retoño de una camelia.
Me pongo mi saco elegante
para el supermercado si me da la gana. Mi teoría es que si luzco próspera,
puedo gastarme $28.49 Dls. en una pequeña bolsa de víveres, sin un gesto de
dolor.
No voy a guardar mi
perfume fino para las fiestas especiales; los empleados en las tiendas de
herramientas y los cajeros de los bancos tienen narices que funcionan tan bien
como las de mis amigos en las fiestas a que voy-.
"Algún día" y "uno de estos días" están peleando
una batalla perdida para quedarse en mi vocabulario. Si vale la pena verlo,
escucharlo o hacerlo, quiero ver y escuchar y hacerlo ahora.
No estoy segura de lo que
mi hermana hubiera hecho si hubiera sabido que ella no estaría aquí para el
mañana que todos damos como un hecho. Creo que hubiera llamado a los miembros
de la familia y a algunos amigos cercanos.
Tal vez habría llamado a viejos
amigos para disculparse y hacer las paces por antiguas rencillas. Me gusta
pensar que habría ido a un restaurante de comida china, su comida favorita.
Supongo - nunca se sabe.
Son esas pequeñas cosas
que dejé de hacer lo que me haría enojar si supiera que mis horas están
contadas. Enojada porque pospuse ver a buenos amigos con quienes me iba a poner
en contacto - algún día. Enojada
porque no he escrito algunas cartas que tenía la intención de escribir -uno de estos días-. Enojada y triste
porque no les dije a mi esposo e hija con la suficiente frecuencia lo mucho que
realmente les amo.
Estoy haciendo un gran
esfuerzo para no posponer, frenar o guardar nada que añadiría risa y esplendor
a nuestras vidas.
Y cada mañana cuando abro
los ojos me digo que esta es una ocasión especial.
Cada día, cada minuto,
cada respiro es verdaderamente... un regalo de Dios.
Por Ann Wells (Los Angeles Times) Abril de 1985
Adaptación al español: Andrés Bermea
Ann Wells escribió este
relato un par de años después que su hermana murió inesperadamente, y varios
años antes de que ella perdiera a su marido. Su trabajo de alguna manera se
abrió paso en la Internet, donde se desplaza por los correos y las cadenas por
email, es reenviada constantemente, y ha pasado a llamarse "Una historia para vivir." Wells, una secretaria jubilada
y freelance ocasional, se sorprendió
de que el ensayo, publicado originalmente en el “Los Angeles Times” en abril de 1985, ha volado como
relámpago a través del ciberespacio. Ella ni siquiera tiene correo electrónico.
"Estoy tan sorprendida como
cualquiera", dijo Wells.
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English version
What
Special Someday Are We Saving For?
My
brother-in-law opened the bottom drawer of my sister's bureau and lifted out a
tissue-wrapped package.
"This,"
he said, "is not a slip. This is lingerie."
He
discarded the tissue and handed me the slip. It was exquisite: silk, handmade
and trimmed with a cobweb of lace. The price tag with an astronomical figure on
it was still attached.
"Jan
bought this the first time we went to New
York, at least eight or nine years ago. She never
wore it. She was saving it for a special occasion. Well, I guess this is the
occasion."
He took the
slip from me and put it on the bed with the other clothes we were taking to the
mortician. His hands lingered on the soft material for a moment. Then he
slammed the drawer shut and turned to me.
"Don't
ever save anything for a special occasion. Every day you're alive is a special
occasion."
I
remembered those words through the funeral and the days that followed when I
helped him and my niece attend to all the sad chores that follow an unexpected
death. I thought about them on the plane returning to California from the Midwestern town where my
sister's family lives. I thought about all the things that she hadn't seen or
heard or done. I thought about the things that she had done without realizing
that they were special.
I'm still
thinking about his words, and they've changed my life. I'm reading more and
dusting less. I'm sitting on the deck and admiring the view without fussing
about the weeds in the garden. I'm spending more time with my family and
friends and less time in committee meetings.
Whenever
possible, life should be a pattern of experiences to savor, not endure. I'm
trying to recognize these moments now and cherish them.
I'm not
"saving" anything; we use our good china and crystal for every
special event--such as losing a pound, getting the sink unstopped, the first
camellia blossom.
I wear my
good blazer to the market if I feel like it. My theory is if I look prosperous,
I can shell out $28.49 for a small bag of groceries without wincing.
I'm not
saving my good perfume for special parties; clerks in hardware stores and
tellers in banks have noses that function as well as my party-going friends.
"Someday"
and "one of these days" are fighting a losing battle to stay in my
vocabulary. If it's worth seeing or hearing or doing, I want to see and hear
and do it now.
I'm not
sure what my sister would have done had she known that she wouldn't be here for
the tomorrow we all take for granted. I think she would have called family
members and a few close friends. She might have called a few former friends to
apologize and mend fences for past squabbles. I like to think she would have
gone out for a Chinese dinner, her favorite food. I'm guessing--I'll never
know.
It's those
little things left undone that would make me angry if I knew that my hours were
limited. Angry because I put off seeing good friends whom I was going to get in
touch with--someday. Angry because I hadn't written certain letters that I
intended to write--one of these days. Angry and sorry that I didn't tell my
husband and daughter often enough how much I truly love them.
I'm trying
very hard not to put off, hold back or save anything that would add laughter
and luster to our lives.
And every
morning when I open my eyes I tell myself that this is a special occasion.
Every day,
every minute, every breath truly is...a gift from God.
By Ann
Wells (Los Angeles
Times) April 1985
Ann Wells penned the column a couple of years after her sister
unexpectedly died, and several years before she would lose her husband. Her
work somehow made its way to the Internet, where it moves by email and chain
letters, compliments of the forward button, and has been renamed "A Story
to Live By." Wells, a retired secretary and occasional freelancer, was
stunned that the essay, first published in The Los Angeles Times in April 1985,
has been zipping through cyberspace. She doesn't even have email. "I'm as surprised
as anyone," Wells said.
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