sábado, 24 de marzo de 2012

El hombre negro que derrotó a la raza aria…

“Todos tenemos sueños, pero para que esos sueños se vuelvan realidad se necesita una gran determinación, dedicación, autodisciplina y esfuerzo”


James Cleveland "Jesse" Owens (Oakville, 12 de septiembre de 1913 - Tucsón, 31 de marzo de 1980) fue un popular atleta estadounidense de origen afroamericano. Participó en los Juegos Olímpicos de Berlín 1936, donde consiguió fama internacional al conseguir cuatro medallas de oro.



Hoy nuestra biografía dedicada a...

...el hombre negro que derrotó a la raza aria...

Compilado por Graciela Sepúlveda

Recordando a algún deportista destacado en las Olimpiadas, que ya están a la vuelta de la esquina, me vino a la mente Jesse Owens, un deportista afro-americano que en las olimpiadas de 1936 causó verdadera sensación y revuelo, pues además de ganar 4 medallas de oro, le demostró a Hitler que los alemanes no son la raza perfecta que él se empeñaba en destacar, que los afro-americanos no son inferiores y algunas cosas más que veremos a continuación…

Hijo de un aparcero y nieto de esclavos, James Cleveland Owens nació el 12 de septiembre de 1913 en Oakville, Alabama en los Estados Unidos.

Jesse fue un niño frágil que se enfermaba con frecuencia de los bronquios y neumonía, sin embargo, a pesar de esto trabajaba desde los 7 años recogiendo hasta 100 libras de algodón al día para ayudar a su familia a subsistir. En su tiempo libre Jesse disfrutaba mucho de correr alrededor de la plantación. Recordando esos días él decía: “Siempre amaba correr. No era muy bueno en eso, pero lo amaba porque era algo que yo podía hacer por mí mismo, con mi propio poder. Podía ir en cualquier dirección, rápido o lento, como yo quisiera, luchando con el viento, buscando nuevos paisajes solo con la fuerza de mis propios pies y el coraje de mis pulmones”. – Desde pequeño hacía lo que amaba, y además era una distracción y un aliciente para soportar mejor la vida tan dura que tenía-.
 
Su familia le decía J. C. de cariño. Cuando tenía nueve años su familia se mudó a Cleveland, Ohio en busca de mejores oportunidades.  Ya en Ohio el pequeño J.C. descubrió un mundo muy diferente al que había conocido en el sur, la escuela fue uno de los principales cambios pues pasó de una escuela de un solo salón con un maestro, a una escuela más grande con maestros más estrictos. Fue aquí donde J. C. obtuvo su sobrenombre que estaría con él el resto de su vida, y esto fue cuando uno de sus maestros, al preguntarle su nombre y al no descifrar con su acento sureño el J. C. creyó que era Jesse y así se le quedó.

Un día durante la clase de deportes, a los estudiantes se les tomó el tiempo en que corrían 60 yardas, el maestro quedó impresionado el ver la velocidad de Jesse e inmediatamente lo invitó a pertenecer al equipo de atletismo. Ahí conoció al coach Charles Riley quien fue un personaje muy importante en la vida de Jesse ya que podía contar con él tanto para cosas deportivas como personales, recibiendo mucha ayuda y apoyo de él, durante su vida. Jesse atribuye su éxito deportivo al buen coach Riley pues continuamente lo motivaba y alentaba.- Siempre hay gente buena y motivadora alrededor con la que se puede contar y te ayuda dirigiéndote a tu meta-.

Riley tenía a Jesse compitiendo en carreras de 100 y 220 yardas, como era muy rápido Riley pensó que también sería muy bueno saltando, así que lo inició en carreras con obstáculos, salto de altura y salto de longitud. Jesse era la sensación en High school, tenía el record mundial en las 100 yardas, era lo más emocionante que había pasado en la historia de Cleveland East Technical High School.

Muchas universidades querían a Jesse, pero él quería quedarse cerca de casa, así que fue a la Ohio State University. Mientras estuvo en la Universidad fue discriminado y tuvo que vivir fuera del campus con otros estudiantes afro americanos. Además e increíblemente a pesar de que lo querían en la Universidad por sus logros deportivos, no le ofrecieron ningún tipo de beca, así que tuvo que trabajar para pagar sus estudios y así mantenerse él y su joven esposa Ruth; trabajó como elevadorista y mesero de noche, como despachador en una gasolinera y en la biblioteca, todo esto entre las prácticas y competencias intercolegiales donde brilló rompiendo varios récords mundiales y ganando muchas competencias, ya estaba listo para las olimpiadas.- A pesar de los esfuerzos más grandes que tuvo que hacer de trabajar, estudiar y entrenar, no se desanimó y salió adelante-.

En 1936, 3 años después de que Adolfo Hitler entrara en el poder, la capital de Alemania, Berlín, fue la sede de los Juegos Olímpicos. Para Hitler este evento era la oportunidad perfecta para que los atletas de casa demostraran la superioridad de la raza Aria.
Pero no contaban con un joven afro-americano que tenía otras ideas, y sus 4 victorias con medallas de oro vinieron a avergonzar al hombre cuyas acciones 3 años más tarde darían lugar a los horrores de la Segunda Guerra Mundial. Las competencias en que ganó Jesse fueron: 100 metros planos, 200 metros planos, relevo de 400 metros y salto de longitud.- Una cachetada con guante blanco para el peor dictador del mundo-.

La reacción de Hitler a la primera victoria de Jesse está bien documentada donde se dice que solo saludó a los atletas alemanes, naturalmente Jesse no recibió felicitaciones públicas. Se dice que Hitler dijo que se les debería de prohibir a los afro-americanos acudir a los futuros juegos olímpicos. La nota amable es que no todos los alemanes pensaban como él y en las competencias de Jesse le aplaudían miles de alemanes y en la calle le pedían su autógrafo y tomarse la foto con él.

Cuando Jesse regresó a Estados Unidos se celebró un desfile triunfal en honor de él,  pero al asistir a la recepción posterior al desfile en el Hotel Waldorf-Astoria, tuvo que tomar el ascensor de carga porque el ascensor principal era para la clientela de blancos solamente.
“Cuando regresé a mi país, después de todas las historias de Hitler, no podía ir adelante en el autobús, tenía que entrar por la puerta de atrás, no podía vivir donde quería. No fui invitado a estrechar la mano de Hitler, pero tampoco fui invitado a la Casa Blanca a estrechar la mano del Presidente” decía Jesse.

Efectivamente, el  presidente Roosevelt no invitó a Jesse a la Casa Blanca ni le envió un telegrama de felicitación por su éxito. Los logros de Owens fueron finalmente reconocidos hasta 1955 por el presidente Eisenhower quien lo nombró Embajador de Deportes y posteriormente recibió reconocimientos por parte de los Presidentes Ford, Carter y aún Bush que le rindió un homenaje y otorgó una medalla póstuma a su viuda Ruth.
Cuando los atletas regresaron de los Juegos Olímpicos no es como ahora que llegaban a hacer campañas publicitarias y podían ganar buen dinero, así que Owens mantuvo a su joven familia con una variedad de trabajos. Uno de ellos fue el de correr contra caballos y perros, Jesse decía: “La gente dice que es denigrante para un campeón olímpico correr contra un caballo, pero ¿que se supone que haga? Tengo cuatro medallas de oro, pero no te puedes comer cuatro medallas de oro”.

Otro de sus trabajos fue de especial importancia, director de zona de juegos en Cleveland, este fue su primer paso hacia una vida de trabajo con jóvenes de escasos recursos, lo que él decía le dio su mayor satisfacción.

A partir de los 50’s como embajador de deportes pudo vivir mejor, empezó a viajar y a tener mucho contacto con jóvenes que veían en él a un héroe.

Se podría hacer una lista de varias páginas con todos los premios y honores hechos por diferentes grupos alrededor del mundo. Por ejemplo, en Costa de Marfil, Africa, la calle de la embajada de Estados Unidos se llama “Rue Jesse Owens”, la calle que llega al estadio olímpico en Berlín se llama “Jesse Owens Allee” y asi sucesivamente muchos otros reconocimientos.

En 1976 fue invitado a la Casa Blanca donde el Presidente Ford le otorgó el mayor honor para un civil, la Medalla de la Libertad, y en febrero de 1979 regresó otra vez a la Casa Blanca, ahora con el Presidente Carter, otorgándole el premio de Leyenda Viviente.

Jesse Owens murió el 31 de marzo de 1980 a los 66 años en Tucson, Arizona, de cáncer de pulmón debido a 35 años de fumar una cajetilla de cigarros al día.

El Presidente Carter sumó su voz a los homenajes que llegaron de todo el mundo: “Tal vez ningún atleta simboliza mejor la lucha del hombre contra la intolerancia, tiranía, pobreza y discriminación racial. Sus triunfos personales como atleta de talla mundial y poseedor de varios records fueron el preludio de una carrera dedicada a ayudar a los demás. Su trabajo con los jóvenes atletas, como embajador en el extranjero y portavoz de la libertad son un rico legado a sus compatriotas”.

Cuando sus familiares y amigos se juntaron en su funeral, querían encontrar una manera de honrar el espíritu de un hombre que  creyó firmemente en su país y en el valor de su juventud. Con ese espíritu en mente fue creada la Fundación Jesse Owens.

Quiero terminar con una frase del propio Jesse Owens que refleja su propia vida: “Todos tenemos sueños, pero para que esos sueños se vuelvan realidad se necesita una gran determinación, dedicación, autodisciplina y esfuerzo”.

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