Tenemos una historia que contarte…
We have a
story to tell...
(Please read this story below the Spanish
version)
Maternidad
Una historia para hombres también...
Whitney era una hermosa bebé de 8 libras, 3 oz que venía de
nalgas, por lo que nació por cesárea. Los bebés que nacen de esta manera están
predispuestos a la displasia de cadera, una condición en la que la cavidad de
la cadera no está completamente formada. Mi (ahora ex) marido era médico y yo,
una enfermera en el hospital donde nació Whitney, así que nos sentimos
confiados de recibir el mejor tratamiento médico disponible. Afortunadamente,
todos los expertos estuvieron de acuerdo en que no había displasia de cadera.
El nacimiento de Whitney trajo una profunda alegría y UN profundo
desorden de mi vida. Las cosas que había dado por sentadas como dormir, comer,
bañarme... desaparecieron de la noche a la mañana. Durante los tres primeros
meses de la maternidad, ¡yo estaba hecha
un lío! Mi salvación fue tener a mi propia mamá que no sólo me mostró como
hacer las cosas, sino que también me tranquilizaba y me decía que lo estaba
haciendo muy bien. Siempre habíamos estado cerca, pero nunca había sentido más
aprecio por mi mamá que durante estos primeros meses.
La fecha de los tres meses del nacimiento coincidió con el
Día del Padre y mientras disfrutábamos de una parrillada familiar, recuerdo que
pensé, "Estoy empezando a entender
el truco a esto de la maternidad" Estaba disfrutando de la bienvenida nuevamente
a la normalidad, cuando fui sacudida bruscamente a una nueva realidad al oír el
grito más aterrador, seguido de ba-bum, ba-bum, ba-bum, y un ¡RUIDO
SORDO! Corrí a la escalera, para encontrar a mi marido de espaldas en el
piso, y a la dulce y frágil Whitney, de 3 meses, que yacía inmóvil en el suelo. ¡Me congelé de terror! Whitney no se
movía, ni lloraba, y mi marido estaba gritando "¡¡¡Oh Dios mío! Se me cayó la bebé!!! "
Yo rápidamente la levanté y la abracé muy cerca de mí.
Después de unos momentos, ella se echó a llorar desconsoladamente; un grito que
hace días habría torturado mi alma, en ese momento era música para mis oídos.
Nos llevamos a Whitney al hospital donde los rayos X
confirmaron el fémur derecho roto y una displasia de cadera muy leve, que había
sido descartada después del nacimiento. En la primera de varias ironías, la
caída por las escaleras era una bendición disfrazada. Si la displasia se
hubiera detectado hasta más tarde en su vida, se hubiera requerido cirugía. Lo
peor que ella tendría que soportar ahora era un poco de yeso en la pierna. ¿Cierto? ¡Falso!
Apenas unos días después de afirmar: "Yo puedo con esto de la maternidad," mi forma de
pensar se tornó un drama desgarrador. Nuestra estancia en el hospital fue de
cinco días, en el que la pequeña pierna de Whitney fue suspendida en tracción.
Nunca me fui de su habitación y gran parte de mi tiempo lo pasaba viéndola con
impotencia, incapaz de sostenerla y alimentarla, retorciendo mi cuerpo para
amamantarla mientras estaba de pie junto a su cuna. El quinto día a Whitney le
colocaron un yeso en todo el cuerpo, desde las axilas hasta los pies y ya éramos
libres de irnos a casa.
Finalmente en el hogar, la situación era mucho mejor, aunque
me era tan nueva como cuando la trajimos a casa después de su nacimiento. Ella
no cabía en el asiento de seguridad, debido a su nuevo "tronco" físico y ninguna de la ropa de recién nacido le
quedaba. Durante este tiempo traumático, mi madre se acercó de nuevo y me
demostró la maternidad de una gran manera. El aprecio que siempre había sentido
por ella creció diez veces más.
Como mi marido trabajaba más de 50 horas a la semana, no podía
ayudar mucho con Whitney. Así que los siguientes tres meses, mi mamá se fue a
vivir con nosotros. Se quedaba de lunes a viernes, se regresaba con mi papá los
fines de semana. De muchas maneras, esos fueron los mejores tres meses de mi vida. Después de
vivir lejos de casa durante muchos años, era algo único vivir con mi mamá de
nuevo y ella y yo nos conectamos como nunca antes. Ella me ayudó a ver que la
maternidad no era algo que temer, sino más bien un privilegio que abrazar y
disfrutar. Cuando estaba cansada me decía: "ve
a tomar una siesta" Cuando necesitaba tiempo con mis amigas, me decía,
"sal fuera, disfruta" Y
todas las tardes a la 1:00 nos hacíamos una olla de café y veíamos nuestra novela
favorita, “As the World Turns”.
Después de tres largos meses, el yeso de Whitney fue
finalmente retirado. Fue una alegría poder abrazarla de nuevo y hacer todas las
cosas que yo había dado por sentado antes de la caída: tocar su piel, limpiar
su colita, y soplar “trompetillas” en su pancita. Tenía a mi bebé normal de
nuevo; una bebé que podía caber en un asiento de coche y llevar ropa normal. ¡La vida era buena otra vez!
Mamá regresó de nuevo con papá de tiempo completo, ya que no
había necesidad de que se quedara. Recuerdo que la abracé el día que se fue
diciendo: "No sé cómo puedo
agradecerte por toda tu ayuda." Y ella respondió "oh cariño, ¡el placer ha sido mío!"
Apenas dos semanas después, el teléfono sonó. Era mi papá,
quien dijo: "Tu mami siente como que
está teniendo un ataque al corazón."
Como enfermera, mi entrenamiento me decía que gritara "¡llama al 911!", Pero en
lugar de eso, dije, "Déjame hablar
con ella."
Tratando de parecer tranquila... "Mamá, ¿qué está pasando?"
En voz baja, apenas audible, ella respondió: "Te amo."
"Yo también te
amo, háblame del dolor."
Incluso más tranquila ahora dijo, "Te amo Lin..."
Le dije a mi papá que llamar a una ambulancia de inmediato y
nos encontraríamos en el hospital. Tan pronto como vi la cara del doctor, yo
supe, había visto esa mirada antes. Mamá tenía sólo 63 años cuando murió ese
día.
Mi mamá era mi mejor amiga. Antes de su muerte, si
contemplaba que alguien me dijera: "Tu
madre está muerta," estaba segura de que me desharía en pedazos. Pero
de alguna manera, estaba bien. Sentía un
consuelo espiritual indescriptible; un profundo e innato conocimiento de que mi
mamá no simplemente había muerto, sino que había ido a algún lugar increíble.
Amigos y familia estaban muy preocupados por mí, la más
joven (y favorita) de sus tres hijos. Todo el mundo sabía lo cerca que
estábamos y se preocupaban de que me desmoronara. Yo decía, "Yo creo que no 'me golpeó'
todavía", porque nunca me desmoroné como lo habría esperado. Tuve una
sensación de paz y gratitud durante toda la experiencia, que hice caso omiso de
la pena. Me hice fervientemente consciente de que la vida no termina cuando el
cuerpo físico muere y ese es, tal vez, el regalo más grande que jamás haya recibido.
Siempre he sido una persona espiritual, pero nunca en la
medida en que lo experimenté cuando mamá murió. Incluso en la muerte, ella me
enseña lecciones de vida y amor. Hoy, 27 años después, siento agradecimiento
infinito por la increíble serie de circunstancias que se iniciaron cuando a mi
marido se le cayó nuestra bebé (permitirme pasar los últimos tres meses de vida
de mi mamá viviendo con ella) y culminó con mi última llamada telefónica con mamá (una conversación que me habría perdido
si le hubiera dicho a papá que colgara y llamara al 911); un momento en que
logró, a través de su dolor, decir las últimas palabras que alguna vez me diría:
"Te amo Lin ....."
Linda Ryan
Linda Ryan es una enfermera de cuidados intensivos
convertida en Coach Personal. Su experiencia está ayudando a comprender lo
poderoso que los pensamientos y sentimientos son, cuando se trata de crear la
vida o el negocio que deseas. Ella es la autora de “La Ley de la Atracción es
BS (Básicamente simple)” (Law of Attraction is B.S. (Basically Simple) ) www.CoachLindaRyan.com
Adaptación al
Español:
Graciela Sepúlveda
y Andrés Bermea
Here the
English version…
Motherhood
Whitney was
a beautiful 8lbs, 3oz breech baby, delivered by C-Section. Babies born this way
are predisposed to hip dysplasia, a condition wherein the hip socket is not
completely formed. My (now ex-) husband was a physician and I, a nurse at the
hospital where Whitney was born, so we felt confident in receiving the best
medical treatment available. Thankfully, all the experts agreed there was no
hip dysplasia.
Whitney's
birth brought profound joy AND profound disorder to my life. The things I had
come to take for granted—like sleeping, eating, showering... vanished
overnight. During those first three months of motherhood, I was a hot mess! My saving grace was having my own mother not
only show me the ropes, but also reassure me I was doing great. We’d always
been close, but never did I feel more appreciation for my Mom than during those
first few months.
The
three-month mark of motherhood coincided with Father’s Day and as we enjoyed a
family barbecue, I remember thinking, “I’m
starting to get the hang of this motherhood thing!” As I basked in the
welcome glow of that normalcy, I was abruptly jolted into a new reality as I
heard the most terrifying scream, followed by ba-boom, ba-boom, ba-boom,
THUD! I sprinted to the staircase, to witness
my husband flat on his back, and sweet, fragile, 3-month old Whitney lying
motionless on the floor. I froze in terror! Whitney was not moving or crying
and my husband was shrieking “Oh My GOD!
I dropped the baby!!!”
I quickly
scooped her up and held her very close. After a few moments, she began to cry
inconsolably; a cry that days ago would have tortured my soul, but at that
moment was music to my ears.
We whisked
Whitney to the hospital where x-rays confirmed a broken right femur and a very
slight hip dysplasia, which had been ruled out after birth. In the first of
several ironies, the fall down the stairs was a blessing in disguise. If the
dysplasia weren’t detected until later in her life, she would require surgery.
The worst she would endure now was a little leg cast. Right? Wrong!
Just days
after concluding, “I can do this
motherhood thing,” my mindset melted into gut-wrenching drama. Our stay in
the hospital was five days, wherein Whitney's little leg was suspended in
traction. I never left her room and much of my time was spent watching
helplessly, unable to hold and nurture her, contorting my body to breastfeed
while standing next to her crib. On the 5th day, Whitney was placed in a full
body cast, from her armpits to her toes and we were free to leave.
Finally
home, the situation was significantly better, although it felt as new as when
we brought her home after birth. She couldn’t fit in a car seat, due to her new
"tree-trunk" physique and none of her newborn clothing fit. During
this traumatic time, my Mom stepped up again and demonstrated motherhood in a
big way. The appreciation I’d always felt for her began to escalate tenfold.
With my
husband working 50+ hours a week, he couldn’t help much with Whitney. So for
the next three months, my Mom moved in with us. She stayed from Monday until
Friday, returning to Dad on weekends. In many ways, those were the best three
months of my life. After living away from home for many years, it was quite
unique to be living with my Mom again and she and I connected as never before.
She helped me see that motherhood was not something to fear, but rather a
privilege to embrace and enjoy. When I was tired she'd say, “go take a nap!" When I needed time with my friends, she’d
say, “go out, enjoy yourself.” And every afternoon at 1:00 we'd make a pot
of coffee and watch our favorite soap, As the World Turns.
After three
long months, Whitney's cast was finally removed. It was such a joy to hold her
again and do all the things I had taken for granted before the fall: touching
her skin, wiping her little butt, and blowing raspberries on her belly. I had
my normal baby back; a baby who could fit in a car seat and wear regular
clothes. Life was good again!
Mom moved
back with Dad full-time, as there was no need for her to stay. I remember
hugging her goodbye the day she left saying, "I don't know how I can ever thank you for all your help."
And her reply..."oh honey, the
pleasure was all mine!"
Just two
short weeks later, the phone rang. It was my Dad, who said, “Mommy feels like she’s having a heart
attack.”
As a nurse,
my training screamed “CALL 911!”, but instead I said, “Let me talk with her.”
Trying to
sound calm... “Mom, what’s going on?”
In a
shallow voice, barely audible, she responded, “I love you.”
“I love you too, tell me about the pain."
Even
quieter now, "I love you Lin..."
I told my
Dad to call an ambulance right away and we would meet him at the hospital. As
soon as I saw the doctor’s face, I knew; I’d seen the look before. Mom was only
63 years old when she died that day.
My Mom was
my very best friend. Prior to her death, if I contemplated someone telling me, “Your mother is dead,” I was certain I'd
go to pieces. Yet somehow, I was OK. I felt an indescribable spiritual comfort;
a deep and innate knowing that Mom had not merely died, but had gone somewhere
amazing.
Friends and
family were so concerned about me, the youngest (and favorite!) of her three
children. Everyone knew how close we were and worried I would fall apart. I
kept saying, "I don't think it's
'hit me' yet," because I never did fall apart, as I would have
expected. I had a sense of peace and
gratitude about the whole experience that overrode the grief. I became
fervently aware that life does not end when the physical body dies and that is,
perhaps the greatest gift I've ever received.
I’ve always
been a spiritual person, but never to the degree I experienced when Mom died.
Even in death, she teaches me lessons of life and love. Today, 27 years later.
I feel endless appreciation for the incredible string of circumstances that
began with my husband dropping our baby (allowing me to spend the last three
months of Mom's life living with her) and culminated with my last phone call
with Mom (a conversation I would have missed if I'd told Dad to hang up and
call 911); a moment when she managed, through her pain, to say the final words
she would ever speak to me: "I love
you Lin....."
Linda Ryan
Linda Ryan
is an Intensive Care Nurse turned Personal Coach. Her expertise is helping you
understand how powerful your thoughts and feelings are, when it comes to
creating the life or business you want. She is the author of The
Law of Attraction is B.S. (Basically Simple). Visit her website at www.CoachLindaRyan.com
Contact M.O.M
Email:
CoachLindaRyan@gmail.com
Phone: 908-285-0596
Twitter:
LindaRyanFromNJ