sábado, 24 de noviembre de 2012

De bracero a neurocirujano...


"...Mis manos que alguna vez recogieron tomates, ahora realizan cirugías en el órgano más complejo del cuerpo humano”.


Dr. Alfredo Quiñones Hinojosa

Hoy les compartimos la historia de un mexicano exitoso que pasó del campo a la mesa de operaciones. Ayer recogía tomates, hoy salva vidas...

El Dr.   Alfredo Quiñones Hinojosa...
Dr. "Q"

Compilada por Graciela Sepúlveda

Hace unos días me tocó ver en un periódico que nos visitaba en la ciudad, para dar una conferencia en el Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Monterrey (El Tec), el Dr. Q, leí la nota y quedé impresionada por sus logros los cuales investigué y les comparto…

Alfredo Quiñones es el mayor de seis hijos, nació en un pequeño pueblo, Palaco, en las afueras de Mexicali, Baja California, México. Su familia era muy pobre, sin embargo él era muy feliz pues recuerda que estaba rodeado del amor de su familia que motivó siempre su gran imaginación, además de que le permitió convivir con mucha gente con la que aprendió a identificarse. Un día cuando era adolescente, encontró a su papá llorando desesperado porque no podía ser un proveedor de su familia. Entonces Alfredo se prometió que haría todo lo posible para mejorar la situación no solo de sus padres y hermanos, sino de su futura familia también.

En 1987, cuando tenía 19 años, nada de dinero y sin hablar una gota de inglés, Alfredo emigró ilegalmente a los Estados Unidos brincando la barda de la frontera que separa Mexicali de Calexico, California, lo hizo por necesidad, porque creía que en Estados Unidos podía hacer algo por él mismo y porque quería poner comida en la mesa de sus papás.
 
Después de saltar la barda de casi 5 metros de altura el viaje se convirtió en una odisea de eventos, la vida ahí fue difícil. Trabajó en los campos de tomate y algodón, arrancando malas hierbas, cargando vagones de tren con azufre y aceite de pescado, trabajó también como soldador… y estaba solo, sin apoyo familiar. Vivía en un pequeño remolque que rentaba por $300 dólares al mes.


Alfredo, antes de irse a Estados Unidos era maestro de primaria, y aunque su título no le fue invalidado en Estados Unidos, tenía mucha falta de conocimientos. Se dio cuenta de que la única manera de ascender en la sociedad americana era a través del trabajo duro y la educación, y tuvo que encontrar la manera de combinar las dos cosas, pues sabía que si lo hacía sería un ganador. Las oportunidades estaban ahí, solo tenía que  llamar a la puerta, pero era difícil. Alfredo no podía dejar de trabajar, así que iba a clases en las noches, llegaba con olor a azufre, pero perseveró.

Después de años como trabajador en el campo, ahorró suficiente dinero para asistir al Colegio San Joaquín Delta donde tuvo un excelente desempeño, Alfredo comenta que los maestros hicieron la diferencia al ver el potencial que había en él. Él era como un diamante en bruto y ellos podían verlo brillar a través de la superficie si pulir, dice que sin lugar a dudas no estaría donde está ahora si no fuera por el Colegio San Joaquín Delta… pero tuvo que llamar a la puerta. Eventualmente en ese mismo colegio se desempeñó como asistente educativo, lo que lo ayudó cuando aplicó para la Universidad de California, Berkeley. También dirigió talleres para otros inmigrantes.

En la Universidad de California, Berkeley, obtuvo una licenciatura en Psicología con los más altos honores, cuando estaba en el último año de la licenciatura él pensaba que iría después a la escuela de leyes, sin embargo, tenía que adentrarse en él para pensar que era lo que reamente quería, pero tenía que dejar que la decisión llegara a él. Ayudar a la gente siempre había sido su motivación, entonces su mentor, que dirigía el Centro de Excelencia Hispánica, vio su currículo y sus calificaciones y le dijo que podría ir a Harvard.

En Harvard Medical School, Alfredo estudió Medicina obteniendo al final de su carrera el grado de cum laude y siendo elegido para dar el discurso de graduación. Mientras estudiaba en Harvard tuvo que adaptarse a vivir en otro lugar, pero él se considera como un camaleón, muy adaptable, hubo mucha presión en los estudios, de hecho algunos de sus compañeros se suicidaron porque no soportaron la presión, sin embargo, su mayor reto fue encontrar su propio camino. Después de terminar en Harvard, completó su residencia en Neurocirugía en la Universidad de California en San Francisco, donde también logró una beca para un postdoctorado en Desarrollo y Biología de Células Madre.

Cuando lo preguntaron al Dr. Q cual había sido su cirugía más memorable esto fue lo que dijo: “Todas son memorables. Imagínate –mis pacientes me confían sus cerebros- toco su imaginación, sus recuerdos… Todas las cirugías hacen palpitar mi corazón. Mis manos que alguna vez recogieron tomates, ahora realizan cirugías en el órgano más complejo del cuerpo humano”.

Una de las cosas que caracterizan al Dr. Q es que es conocido por pasar tiempo con sus pacientes y sus familias, él explica que esto es importante pues tanto los pacientes como sus familiares necesitan saber y entender los riesgos que envuelve la cirugía del cerebro. Él mira a sus pacientes a los ojos, toca sus manos… pero involucrarse con los pacientes puede ser la parte más dolorosa, porque un pequeño porcentaje no logra sobrevivir.

Si él no hubiera sido médico ¿qué otra cosa hubiera hecho para vivir? A lo que contesta: “No sé… yo creo que nací para hacer lo que hago. Estoy seguro de que hubiera sido exitoso si hubiera elegido otro camino, pero ¿algo me hubiera hecho más feliz? No.”

El Dr. Alfredo Quiñones ha ganada muchísimos premios, sin embargo, dice que los premios, la fama y la gloria no significan nada si no los usas correctamente, que no hay un premio más importante que otro, más bien él siempre está pensando cómo puede usar lo que ha logrado para hacer más, para hacer del mundo un lugar mejor. Su abuelo le dijo una vez: “Un tonto con una buena herramienta sigue siendo un tonto”.

El Dr. Quiñones es actualmente profesor de neurocirugía y oncología en el Johns Hopkins Hospital, y se desempeña como director del programa de tumor cerebral en The Johns Hopkins Bayview  campus. Quiñones realiza tanto investigación clínica como en ciencias básicas. El Dr. Q. lleva a cabo numerosos esfuerzos de investigación en dilucidar el papel de las células madre en el origen de los tumores cerebrales y el rol potencial que pueden desempeñar las células madre en la lucha contra el cáncer cerebral y la recuperación de la función neurológica. Ha participado activamente en eventos para recaudar fondos para la investigación del cáncer cerebral. En el 2011, corrió el medio maratón de Baltimore con su equipo de investigación y algunos de sus propios pacientes para recaudar fondos para la investigación del cáncer. Terminó la carrera en una hora y cincuenta y siete minutos.

En el 2011 publicó su autobiografía  “Becoming Dr. Q.” También es el editor principal de la próxima edición de “Schmidek and Sweet's Operative Neurosurgical Techniques”, una de las enciclopedias más importantes del mundo de la neurocirugía.

En 1997 el Dr. Q. se convirtió en ciudadano americano. Vive en Bel Air con su esposa y tres hijos.

Si el Dr. Q. tiene un secreto para el éxito, es la inquebrantable confianza de que no siempre tienes que saber exactamente a dónde vas en la vida. Solo da un salto de fe, sabiendo que no hay una apuesta más segura que en ti mismo.

“Todos los días, todo lo que hago – no importa si era soldador o recogedor de tomates – di lo mejor de mí” dice el Doctor. “He tenido mucha suerte y muchas veces me pregunto qué me apartó de los demás. El mismo año en que llegué, había miles de ilegales que cruzaron también la frontera”.
 
El Doctor Alfredo Quiñones Hinojosa nos enseña que todo lo que ha logrado ha sido gracias a la persistencia, trabajo duro, el poder de la esperanza y la imaginación, y la búsqueda de la excelencia. Nos muestra también la importancia de la familia y de los mentores que lo apoyaron y vieron en él lo que podría llegar a ser, así como la importancia de darle a la gente una oportunidad, y sobre todo, cuando esta llega, saber aprovecharla y nunca desperdiciarla.


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