“No hay personas capacitadas y
discapacitadas, porque en el fondo todos somos discapacitados.”
"There are no capable or disabled people,
because ultimately we are all disabled."
Pablo Pineda Ferrer
(Málaga, 1974), es un actor español galardonado con la Concha de Plata al mejor
actor en el Festival Internacional de Cine de San Sebastián de 2009 por su
participación en la película Yo, también.1 En la película interpreta el papel
de un licenciado universitario con Síndrome de Down. En la vida real es
diplomado en magisterio y le faltan pocas asignaturas para ser licenciado en
psicopedagogía. Por esta labor es reconocido fundamentalmente, ya que es el
primer europeo con síndrome de Down en terminar una carrera universitaria.
Hoy les compartimos la semblanza de...
Pablo Pineda un hombre de capacidades especiales...
Compilado por Graciela Sepúlveda
Me tocó ver hace días en Facebook que algunas
personas compartían el logro del primer hombre con Síndrome de Down que
terminaba estudios universitarios en Europa, se me hizo una historia de logros
y satisfacciones, así que me avoqué a investigar sobre Pablo Pineda y les
comparto algo de lo que encontré…
La historia de Pablo
comenzó en 1975, con su nacimiento en Málaga, España.
Con el cariño de sus
padres y hermanos, los primeros años de su vida transcurrieron con normalidad,
sin distinciones que le hicieran percibir que había alguna diferencia frente a
los demás. Aunque los doctores habían dicho “este niño no podrá aprender más que las cosas más sencillas”, los
padres de Pablo no les hacían caso, ellos respondían: “tu ocúpate de las amígdalas, que yo me ocupo de su educación”.
Nunca creyeron que no podría aprender, sus padres siempre pensaron que debía ser
autónomo y lo educaron para ello. Le hacían algunas travesuras para apoyar su
autonomía y seguridad. Por ejemplo, decirle que lo iban a recoger y luego no ir
por él, dejarlo solo, para ver qué hacía. Y Pablo, además de maldecir a toda su parentela y de estar muerto de
hambre, tenía que arreglárselas para tomar un autobús. Toda una aventura.
Todos, sus padres, sus hermanos, su tío, se turnaban para espiarlo detrás de un
periódico, como detectives. Incluso si caían cuatro gotas y le pedía a su padre
que lo llevara al colegio, le decía: “Ponte
el impermeable y vete en autobús”. “Mis padres han sido fuertes, nunca han
cedido, nunca les he encontrado el punto débil” comenta Pablo. Sin embargo,
sí tuvo una figura protectora, su tía Encarna. No tenía hijos y lo quería
mucho. Hasta hacerle mal, en el sentido de que cuando iba a su casa le untaba
la mantequilla en el pan, por ejemplo. Si se quedaba solo en casa, le decía que
fuera a dormir con ellos, no pensaba que Pablo pudiera dormir solo. Cuando
murió fue un mazazo para él, pero también un punto de inflexión pues dejó de
tener a alguien que lo protegiera de ese modo. Poco después de que ella
muriera, sus padres tuvieron que viajar, y eso para él fue una lección de
autonomía. ¡Por fin! Porque su tía lo adoraba, pero era el elemento
perturbador. El caso es que cuando ella murió disfrutó de gran autonomía. Tenía
que ir a comprar, manejar dinero. Fue un cambio muy grande, empezó a hacerse la
cena: el huevo frito, la ensalada, el churrasco. Son cosas fáciles, pero normalmente
un Síndrome de Down no las hace; si
tienes unos padres protectores no lo hace. Porque hay fuego, agua hirviendo,
etcétera.
En su casa nunca había
escuchado la palabra ‘síndrome’,
menos aun el vocablo inglés ‘down’,
por eso cuando su profesor, don Miguel García Melero, le preguntó “¿Sabes que eres un niño con Síndrome de Down?”,
ambas palabras le resultaron extrañas y no tardaron en retumbar sus oídos.
Y a pesar de no saber
lo que le preguntaban, atinó a decir que “sí”
y tras escuchar la explicación de su ‘indiscreto’
profesor sobre lo que significa ser un niño Down, Pablo, a sus seis años,
quería saber más.
“Don Miguel, ¿soy tonto?”, fue lo primero que le preguntó al
profesor que le reveló aquella característica que marcaría su vida para
siempre, y lo recuerda con exactitud porque a partir de ese momento, no cesó en
la búsqueda de respuestas que le permitieran saber lo que había detrás de un
chico Down.
A partir de ese
entonces su vida dio un vuelco de 360 grados. Desde “pobrecito” hasta “está malito”, fueron muchas las palabras
y miradas extrañas que se posaron sobre él. No sabe exactamente qué, cuándo, ni
cómo, pero quizá fueron esas mismas palabras y miradas las que lo impulsaron a
insertarse en el mundo como una persona “normal”.
Decidido a darle un
revés a todo lo que había leído en los libros sobre su “problema”, Pablo saltó la primera barrera, la familia. Contrario a
lo que sucede en contadas ocasiones, sus padres se empeñaron en educarlo como
una persona normal, tanto ellos como sus tres hermanos le brindaron el apoyo
necesario cuando decidió seguir estudiando después que en casa le confirmaron
lo que don Miguel le había dicho.
En el colegio no se
sintió jamás rechazado, sino querido, valorado, respetado. Pero sí fue
discriminado en el instituto de educación superior. “Me dejaban solo, aislado, relegado, pero yo puse de mi parte y le decía
a Dios: dame fuerzas, no quiero tirar la toalla”. Para poder entrar a la
Universidad los maestros hicieron una junta para votar si debía entrar Pablo o no,
casi no lo logra, y lo más difícil para él era cuando tenía clases con los
maestros que lo habían rechazado, sin embargo, al final se ganó a todos.
Cuando terminó lo que
en España llaman el Bachillerato Único Polivalente (BUP), emprendió lo que sería su más grande reto:
concluir su carrera de magisterio.
Tenía 21 años cuando
ingresó a la universidad y cuatro años más tarde se convertía en el primer
europeo con Síndrome de Down que
obtenía un título universitario. Su caso no tardó en dar la vuelta al mundo,
por lo que se convirtió en titular de más de una noticia, hablada y escrita.
Sumido entre libros y
cuadernos, decidió que lo suyo era la “educación
especial” y así fue como se enteró de las características de su “discapacidad”. Mientras más leía, se convencía
que lo “especial” en él y en otras
personas que conocía, difería de lo que señalaban los libros que leía, en ellos
los ponían peor de lo que eran y los apartaban.
Y si ni las miradas
por encima del hombro, ni los “cuchicheos”
habían podido con él cuando a los 16 años empezó a escuchar comentarios más que
crueles, esta vez los libros tampoco podrían con él, así que optó por
reivindicarse como lo que era, una persona convencida en lograr todos sus
propósitos.
Después de brindar su
testimonio en incontables ocasiones, en 1997 participó como ponente en el VI Congreso Mundial sobre Síndrome de Down.
Desde ese entonces, no se ha cansado de realizar actividades en el campo de la
educación especial y el bienestar social, con la idea de insertar en la sociedad
a más jóvenes como él.
Basta escucharlo para
darse cuenta que Pablo no tiene nada de diferente y quizá hasta utilice un
vocabulario mucho más exquisito que el tuyo o el mío. Va camino a obtener su
segunda licenciatura, esta vez en Psicopedagogía, pero ya tuvo su primera “gran experiencia” como maestro pues no
hace mucho acaba de ejercer como profesor en un colegio de la ciudad de
Córdoba.
No contento con lo que
ha alcanzado y seguirá logrando en el campo educativo, este ejemplo de
constancia y tenacidad ha comenzado a saborear el placer que sienten los
actores y actrices de Hollywood cuando pisan la alfombra roja.
Junto a la no menos
famosa actriz española, Lola Dueñas, protagonizó “Yo también”, una película dirigida por los también españoles Álvaro
Pastor y Antonio Naharro y por la cual consiguió la Concha de Plata en el
Festival de Cine de San Sebastián por su interpretación en la misma, en el
2009.
En la película, Pablo
interpreta a Daniel Sanz, un joven con síndrome de Down que inicia su vida
laboral en la administración pública. Ahí conoce a Laura (Lola Dueñas), una
compañera de trabajo con la que vivirá una relación de amor y amistad.
“Me imagino que esta película despertará un gran interés sobre el
síndrome de Down. Ojalá las instituciones promuevan que más chicos con
discapacidad desarrollen su faceta artística. Sería precioso que ayudáramos un
poquito a la inserción laboral de las personas Down”, han sido algunas de
sus declaraciones a reconocidos medios españoles.
Y es que el problema,
como bien dice Pablo, es que hay gente que ni siquiera tiene una oportunidad en
la vida como la que él ha tenido. De ahí que su principal motivación para
participar en la película haya sido esa.
“Hay gente que ni siquiera ha tenido una
oportunidad como la que yo he tenido. He participado en ‘Yo también’ por ellos.
Siempre me he considerado un portavoz, el que lleva la bandera del Síndrome de
Down, porque no tienen voz. Alguien tiene que tenerla y me ha tocado a mí. Soy
un convencido de que se pueden hacer muchas cosas”, señala con algo más que convicción.
Y así esperamos que
sea porque como él, en España o en cualquier rincón del mundo, incluso en el
Perú, donde también sabemos de personas como Pablo, son miles las personas con
habilidades diferentes que esperan una oportunidad para insertarse en la
sociedad como es debido. ¿Por dónde empezar? Definitivamente, son las familias
las que deben dar el primer paso. ¿El resto? La sociedad, tú o yo…
Pablo dice que es
fundamental cambiar el “no” por el “sí”. Pasar del no puedo al sí puedo es
básico, porque si se piensa que no puedes, te quedas en casa, y dice que la
educación tiene un papel muy importante en este cambio de actitud.
Al conocer a Pablo nos damos cuenta de la
importancia del entorno familiar, gracias a su familia Pablo ha logrado lo que
es hasta el día de hoy, claro que sin quitarle méritos a él, pues se puso a
estudiar y trabajar para lograr lo que él quería ser, muchas veces sufriendo
humillaciones y desprecios, sin embargo, logró enfrentar y pasar a través de
muchos obstáculos hasta llegar a ser un digno portavoz de las personas con Síndrome
de Down o con otras “capacidades diferentes” y lo más importante, su lucha
incansable por lograr ser tratados como los demás y tener las mismas oportunidades que todos, y
lo está logrando, bien por Pablo!!!
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