Tenemos una historia que contarte…
We have a story to tell...
(Please read this story below the Spanish version)
Las Páginas Largamente Olvidadas
Mike entró en la librería de libros usados, aspiró el
aroma de la edad de aquéllas viejas páginas y sonrió.
Aquí había una gran cantidad de viejas historias,
historia esperando ser leída, y una multitud de otras alegrías.
En un estante del fondo, encontró lo que buscaba, dos
niveles repletos con los olvidados. Le habían servido a aquellos que alguna vez
los tuvieron en gran estima, pero ahora se llenaban de polvo en el rincón más
oscuro de la tienda. Los había italianos, americanos, franceses y griegos.
Contenían secretos de todo el mundo. Había colecciones de pollo, carne,
pasteles, pan y postres. Esperaban escondidos en una parte muy poco explorada
de la tienda, y esperaban que alguien descubriera sus tesoros.
Mike sabía qué hacer. Cogió uno, lo tomó por el lomo con
la mano y dejó que se abrieran las páginas. Siempre se abrían en las páginas
más usadas, las recetas amadas por generaciones perdidas. La página frente a él
era una receta llamada "pan de maíz
relleno de carne”. La imagen mostraba una deliciosa capa de carne y queso,
con capas de pan de maíz y cubierto con una salsa picante. Las páginas estaban
manchadas con las salpicaduras de la salsa de tomate. Obviamente, fue una de
las favoritas de los dueños anteriores. La probaría.
Los más usados son los mejores.
Encontró varios libros más, cada uno con sus propias
páginas marcadas, los llevó al mostrador e hizo su compra.
“Espero que haya
encontrado algo de su gusto.” Dijo el cajero.
“Oh, sí. ¡Muchísimo!
Estoy seguro de que son exactamente para mi gusto."
Pagó su compra, salió de la tienda y los llevó en una
bolsa en su camino al trabajo.
En su armario puso los libros en el estante superior y se
puso su uniforme. Las recetas podían esperar. Tenía un deber que cumplir.
Recién vestido, caminó por su piso. "¡Hola, señora Smith!” Le sonrió a una anciana sentada en una habitación
soleada leyendo un libro. En su época debe haber sido una mujer hermosa. Y
todavía lo era, para ser una mujer de ochenta años. “¿Cómo estuvo su día?"
"¡Horrible!" gruñó. Se
sentó a su lado, le tomó la mano y la miró a los ojos. "Mi nieto no me ha visitado", continuó. "Él me prometió que vendría hoy". Se
ajustó el chal y trató de ocultar las lágrimas a punto de derramarse de sus
ojos marchitos.
“Tal vez mañana.”,
respondió. “Ya sabe lo ocupado que son estos
jóvenes." El notó la lágrima en el rabillo del ojo y cambió de tema. "Sra. Smith, ¿no me dijo que vivió
durante la gran depresión?"
Una sonrisa apareció en su rostro. “Oh, sí. Qué tiempos aquellos. No había trabajo, ya sabes. Pero sobrevivimos."
“¿Y Cómo lo
lograron? "
“Bueno, todos
trabajamos juntos, y cada uno trabajaba con los demás. Nos ayudábamos
mutuamente.” Ella frunció el ceño. "No era como hoy, donde la
gente está demasiado ocupada para preocuparse por nadie más que por sí mismos.
En aquellos días, trabajábamos juntos. Si no lo hacías, te morías de
hambre."
“Deben de haber
sido momentos difíciles, señora Smith.
No sé cómo le hizo."
"Yo no lo
hice." ella sonrió. "Lo
hicimos. Lo hicimos todos juntos, los vecinos y mi familia."
La dejó sonriendo y esperando que su nieto la visitara al
día siguiente.
Caminó por el pasillo y entró en la habitación del señor
Walker. "¡Hey, Walk ! ¿Cómo van las cosas?”
Utilizó el nombre de Walk, como todos los demás lo llamaban en el centro. Eso
hacía que Walk se sintiera cómodo.
El Sr. Walker levantó la vista de un rompecabezas sobre
el que estaba inclinado. "Podrían estar
mejor, Mike. Este maldito rompecabezas me tiene perplejo. Estos ojos no son lo
que solían ser."
"Yo sé,
Walk. Simplemente tome su tiempo. No hay prisa”.
"Si hay.” Walk rió. “Tengo que terminar antes de que
muera."
“No demasiado
pronto, espero." Dijo Mike.
“Muy pronto. ¡Alégrate
de no tener que trabajar en esta maldita cosa de todos modos! ¿Te he contado
acerca de la persona que entra en un bar con una jirafa bajo el brazo? "
Mike sonrió. Walk amaba un buen chiste. “Creo que no".
El rostro de Walk mostró una gran sonrisa. “Verás, este tipo entra en un bar con una
jirafa bajo el brazo. Él toma unas cervezas. La jirafa se queda dormida en el suelo.
El camarero mira hacia abajo, ve a la jirafa y le pregunta: “¿Qué hace eso en
el suelo?”
El tipo dice:
"¡No es “eso”! Es una jirafa."
Walk estalló en una carcajada que se convirtió en un
ataque de tos. Mike le dio unas palmadas en la espalda. “Vamos, Walk . A toser."
Walk pudo controlar su tos. “Pensé que no iba a terminar este maldito rompecabezas después de
todo."
“Ya estás bien.
Estoy a tu lado”
“Sé lo que es
cubrirle la espalda a alguien" dijo Walk y se enderezó en su asiento. “Yo estuve en la Segunda Guerra Mundial ¿sabes?”
"He oído eso.
¿La pasaste mal?" preguntó Mike.
"Mike, no
tienes idea. Era el invierno del ‘41, o era del ‘42. No puedo recordar. La nieve
llegaba hasta aquí.” Walk señaló su muslo.
"Estábamos en el frente. El enemigo estaba cerca."
Treinta minutos más tarde, Mike dijo, "¡WOW! Qué gran historia Walk."
Hizo una pausa. “Walk, sabía que estuviste en la guerra, pero no creo
que jamás te haya dado las gracias. Te quiero decir: 'Gracias’. Nos mantuviste
a salvo”.
“Ah, basta. No
fue nada." Walk regresó a su rompecabezas, demasiado avergonzado
para continuar su conversación. Él y los demás sabían lo que hicieron, pero no
querían tener el crédito. Es una regla no escrita entre los veteranos. Ellos hicieron
lo que tenían que hacer.
Mike continuó sus rondas, sosteniendo manos, compartiendo
abrazos y escuchando.
Allí estaban, igual que los libros de cocina, sentados en
los rincones oscuros, ignorados. Mike sabía qué hacer. Los sostenía, dejaba que
sus corazones se abrieran, y encontraba las páginas manchadas con el uso.
Ellos son los más valiosos. Son las páginas largamente olvidadas.
Michael T. Smith
Michael vive con su encantadora esposa, Ginny, en
Caldwell, Idaho. Trabaja como director de proyectos en telecomunicaciones y en
su tiempo libre escribe historias inspiradoras. Ha sido publicado recientemente
en dos historias de los libros de Caldo
de Pollo para el Alma (“All in the Family” y “Things I Learned from My Cat”) ,
en "Hilos Finos - Momentos que cambian la vida", y en Catholic Digest
. Para inscribirse en las historias de Michael vaya a: http://visitor.constantcontact.com/d.jsp?m=1101828445578&p=oi
Para leer más de sus historias, vaya a: http://ourecho.com/biography-353-Michael-Timothy-Smith.shtml#stories
Publicada
originalmente en Internet en Insight Of The Day de Bob Proctor
Adaptación al
Español:
Graciela
Sepúlveda y Andrés Bermea
Here the English version…
The Pages Long Forgotten
Mike stepped into the used bookstore, smelled the age
of old pages and smiled.
Here was a wealth of old stories, history waiting to
be read, and a host of other joys.
On a back shelf, he found what he was looking for, two
tiers crammed with the forgotten. They'd served their use to those who once
held them dear, but now gathered dust in the darkest corner of the store. There
were Italian, American, French and Greek. They contained secrets from around
the world. There were collections of chicken, beef, pastries, bread, and
desserts. They waited, hidden in a little explored part of the store, and hoped
someone discovered their treasures.
Mike knew what to do. He picked one up, held the spine
in his hand and let the book fall open. They always opened to the most used
pages, the recipes loved by lost generations. The page in front of him was for
a recipe called, "Beef-filled
cornbread". The picture showed a delicious layer of meat and cheese,
layered with cornbread and covered with a hot sauce. The pages were stained
with splatters of tomato sauce. It was obviously a favorite of the previous
owners. He'd try this one.
Those used the most are the best.
He found several other books, each with its own marked
pages, carried them to the counter and made his purchase.
"I hope
you found something you like." The cashier
said.
"Oh yes.
Very much! I'm sure these are exactly to my taste."
He paid for his purchase, left the store and carried
them in a bag on his way to work.
In the locker room, he placed his books on the top
shelf and changed into his scrubs. The recipes would wait. He had a duty.
Freshly dressed, he walked his floor. "Hello, Mrs. Smith!" He smiled
at the elderly lady sitting in the sun-room reading a book. In her day, she
must have been a beautiful woman. She still was, for a woman in her eighties. "How was your day?"
"Horrible!"
she growled. He sat beside her, held her hand and looked into her eyes. "My grandson didn't visit me,"
she continued. "He promised me he'd
be here today." She adjusted her shawl and tried to hide the tears
about to spill from her wizened eyes.
"Maybe
tomorrow." he replied. "You
know how busy these young people are." He noted the tear in the corner
of her eye and changed subject. "Mrs.
Smith, didn't you tell me you lived during the great depression?"
A smile came to her face. "Oh, yes. What a time that was. There was no work, ya know. But we
survived."
"How did
you get by?"
"Well, we
all worked together. Everyone worked together. We helped each other."
She frowned. "It's not like today,
where people are too busy to worry about anyone but themselves. In those days,
we worked together. If you didn't, you starved."
"It must
have been a hard time, Mrs. Smith. I don't know how you did it."
"I
didn't." she grinned. "We
did. We did it together, the neighbors and my family."
He left her smiling and hoped her grandson paid a
visit the next day.
He moved down the hall and stepped into Mr. Walker's
room. "Hey, Walk! How's
things?" He used the name Walk, as all the others in the center called
him. It made Walk feel comfortable.
Mr. Walker looked up from a puzzle he leaned over. "Could be better, Mike. This damn
puzzle has me stumped. These eyes aren't what they used to be."
"I know,
Walk. Just take your time. There's no rush."
"There is
too." Walk chuckled. "I
need to finish it before I die."
"Not too
soon I hope." Mike said.
"Soon
enough. Be glad not to have to work on this darn thing anymore anyway. Say!
Have I told you about the guy who walks into a bar with a giraffe under his
arm?"
Mike chuckled. Walk loved a good joke. "I don't believe you have."
Walk's face broke out in a smile. "You see, this guy walks into a bar with a giraffe under his arm.
He has a few beers. The giraffe falls asleep on the floor. The bartender looks
down, sees the giraffe and asks, 'What's that lying on the floor?'
"The guy
says, 'That's not a lion! That's a giraffe.'"
Walk broke into a laugh that turned into a coughing
spell. Mike slapped him on the back. "Come on, Walk. Cough it up."
Walk got himself under control. "Thought I wasn't going to finish this damn puzzle after
all."
"You're
OK now. I got your back."
I know about
covering someone's back." Walk sat straight his seat. "I was in WWII ya know."
"I heard
that. Did you have a hard time?" Mike asked.
"Mike,
you have no idea. It was the winter of '41, or was it '42. I can't remember
now. Snow was up to here." Walk pointed to his thigh. "We were on the front. The enemy was
close."
Thirty minutes later, Mike said, "WOW! That's a story, Walk." He paused. "Walk, I knew you were in the war, but
I don't think I ever thanked you. I want to say, 'Thank you.' You made us
safe."
"Ah, stop
it. It was nothing." Walk turned to his puzzle, too embarrassed to
continue their talk. He and others knew what they did, but don't want to take
credit. It's an unspoken rule between the veterans. They did what they had to.
Mike continued on his rounds, held hands, shared hugs
and listened.
Here they were, like the cookbooks, sitting in dark
corners, ignored. Mike knew what to do. He held them, let their hearts fall
open, and found the pages stained with use.
They are the most valued. They are the pages long
forgotten.
Michael T. Smith
Michael lives with his lovely wife, Ginny, in Caldwell,
Idaho. He works as a project manager in Telecommunications and in his spare
time writes inspiration stories. He has recently been published in two Chicken
Soup for the Soul Books (All in the Family and Things I Learned from My Cat),
in "Thin Threads - Life Changing Moments" and in Catholic Digest. To
sign up for Michael's stories go to: http://visitor.constantcontact.com/d.jsp?m=1101828445578&p=oi
To read more of his stories, go to: http://ourecho.com/biography-353-Michael-Timothy-Smith.shtml#stories
Originally published
on Insight Of The Day from Bob Proctor
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