domingo, 23 de abril de 2017

¿Para qué “día muy especial” estamos guardando?... / What Special Someday Are We Saving For?...

Tenemos una historia que contarte…
We have a story to tell...
(Please read this story below the Spanish story)


¿Para qué “día muy especial” estamos guardando?...

Mi cuñado abrió el cajón de más abajo de la cómoda de mi hermana y sacó un paquete envuelto en una gasa.

"Esto", dijo él, "no es un fondo. Es lencería."...

Desechó la gasa y me dio la prenda. Era exquisita: de seda, hecha a mano y adornada con un moño de encaje. La etiqueta del precio que marcaba una cifra astronómica seguía atada al fondo.

"Jan compró esto la primera vez que fuimos a Nueva York, hace por lo menos unos ocho o nueve años. Ella nunca lo usó. Lo estaba guardando para una ocasión especial. Bueno, supongo que esta es la ocasión".

Tomó el fondo de mis manos y la puso en la cama con la demás ropa que llevaríamos a la funeraria. Sus manos acariciaron largamente la prenda. Luego cerró de golpe el cajón y se volvió hacia mí.

"Nunca guardes nada para una ocasión especial. Cada día que estás vivo es una ocasión especial."

Recordé esas palabras durante el funeral y los días siguientes, cuando le ayudé a él y a mi sobrina a atender a todas las tristes tareas que siguen a una muerte inesperada. Pensé en ellos en el avión durante el regreso a California desde la ciudad del medio oeste donde vive la familia de mi hermana. Pensé en todas las cosas que ella no había visto o escuchado o hecho. Pensé en las cosas que había hecho sin darse cuenta de que eran especiales.

Todavía estoy pensando en lo que me dijo mi cuñado, y ha cambiado mi vida. Estoy leyendo más y limpiando el polvo menos. Me siento en la terraza y admiro la vista sin quejarme de la maleza en el jardín. Estoy pasando más tiempo con mi familia y amigos y menos tiempo en las reuniones del comité.

Siempre que sea posible, la vida debe ser un modelo de experiencias para disfrutar, no para soportar. Estoy tratando de distinguir esos momentos ahora y compartirlos.

Ya no estoy "guardando" nada, usamos nuestra vajilla de porcelana y cristal para cada evento especial - como rebajar un kilo; que logramos destapar el fregadero o el primer retoño de una camelia.

Me pongo mi saco elegante para el supermercado si me da la gana. Mi teoría es que si luzco próspera, puedo gastarme $28.49 Dls. en una pequeña bolsa de víveres, sin un gesto de dolor.

No voy a guardar mi perfume fino para las fiestas especiales; los empleados en las tiendas de herramientas y los cajeros de los bancos tienen narices que funcionan tan bien como las de mis amigos en las fiestas a que voy-.

"Algún día" y "uno de estos días" están peleando una batalla perdida para quedarse en mi vocabulario. Si vale la pena verlo, escucharlo o hacerlo, quiero ver y escuchar y hacerlo ahora.

No estoy segura de lo que mi hermana hubiera hecho si hubiera sabido que ella no estaría aquí para el mañana que todos damos como un hecho. Creo que hubiera llamado a los miembros de la familia y a algunos amigos cercanos.
Tal vez habría llamado a viejos amigos para disculparse y hacer las paces por antiguas rencillas. Me gusta pensar que habría ido a un restaurante de comida china, su comida favorita. Supongo - nunca se sabe.

Son esas pequeñas cosas que dejé de hacer lo que me haría enojar si supiera que mis horas están contadas. Enojada porque pospuse ver a buenos amigos con quienes me iba a poner en contacto - algún día. Enojada porque no he escrito algunas cartas que tenía la intención de escribir -uno de estos días-. Enojada y triste porque no les dije a mi esposo e hija con la suficiente frecuencia lo mucho que realmente les amo.

Estoy haciendo un gran esfuerzo para no posponer, frenar o guardar nada que añadiría risa y esplendor a nuestras vidas.
Y cada mañana cuando abro los ojos me digo que esta es una ocasión especial.

Cada día, cada minuto, cada respiro es verdaderamente... un regalo de Dios.

Por Ann Wells (Los Angeles Times) Abril de 1985

Ann Wells escribió este relato un par de años después que su hermana murió inesperadamente, y varios años antes de que ella perdiera a su marido. Su trabajo de alguna manera se abrió paso en la Internet, donde se desplaza por los correos y las cadenas por email, es reenviada constantemente, y ha pasado a llamarse "Una historia para vivir." Wells, una secretaria jubilada y freelance ocasional, se sorprendió de que el ensayo, publicado originalmente en el “Los Angeles Times” en abril de 1985, ha volado como relámpago a través del ciberespacio. Ella ni siquiera tiene correo electrónico. "Estoy tan sorprendida como cualquiera", dijo Wells.

Publicada originalmente en Internet en Insight Of The Day de Bob Proctor

Adaptación al Español: Graciela Sepúlveda y Andrés Bermea

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Here the English version…


What Special Someday Are We Saving For?...

My brother-in-law opened the bottom drawer of my sister's bureau and lifted out a tissue-wrapped package.

"This," he said, "is not a slip. This is lingerie."

He discarded the tissue and handed me the slip. It was exquisite: silk, handmade and trimmed with a cobweb of lace. The price tag with an astronomical figure on it was still attached.

"Jan bought this the first time we went to New York, at least eight or nine years ago. She never wore it. She was saving it for a special occasion. Well, I guess this is the occasion."

He took the slip from me and put it on the bed with the other clothes we were taking to the mortician. His hands lingered on the soft material for a moment. Then he slammed the drawer shut and turned to me.

"Don't ever save anything for a special occasion. Every day you're alive is a special occasion."

I remembered those words through the funeral and the days that followed when I helped him and my niece attend to all the sad chores that follow an unexpected death. I thought about them on the plane returning to California from the Midwestern town where my sister's family lives. I thought about all the things that she hadn't seen or heard or done. I thought about the things that she had done without realizing that they were special.

I'm still thinking about his words, and they've changed my life. I'm reading more and dusting less. I'm sitting on the deck and admiring the view without fussing about the weeds in the garden. I'm spending more time with my family and friends and less time in committee meetings.

Whenever possible, life should be a pattern of experiences to savor, not endure. I'm trying to recognize these moments now and cherish them.

I'm not "saving" anything; we use our good china and crystal for every special event--such as losing a pound, getting the sink unstopped, the first camellia blossom.
I wear my good blazer to the market if I feel like it. My theory is if I look prosperous, I can shell out $28.49 for a small bag of groceries without wincing.

I'm not saving my good perfume for special parties; clerks in hardware stores and tellers in banks have noses that function as well as my party-going friends.

"Someday" and "one of these days" are fighting a losing battle to stay in my vocabulary. If it's worth seeing or hearing or doing, I want to see and hear and do it now.

I'm not sure what my sister would have done had she known that she wouldn't be here for the tomorrow we all take for granted. I think she would have called family members and a few close friends. She might have called a few former friends to apologize and mend fences for past squabbles. I like to think she would have gone out for a Chinese dinner, her favorite food. I'm guessing--I'll never know.

It's those little things left undone that would make me angry if I knew that my hours were limited. Angry because I put off seeing good friends whom I was going to get in touch with--someday. Angry because I hadn't written certain letters that I intended to write--one of these days. Angry and sorry that I didn't tell my husband and daughter often enough how much I truly love them.

I'm trying very hard not to put off, hold back or save anything that would add laughter and luster to our lives.
And every morning when I open my eyes I tell myself that this is a special occasion.

Every day, every minute, every breath truly is...a gift from God.

By Ann Wells (Los Angeles Times) April 1985

Ann Wells penned the column a couple of years after her sister unexpectedly died, and several years before she would lose her husband. Her work somehow made its way to the Internet, where it moves by email and chain letters, compliments of the forward button, and has been renamed "A Story to Live By." Wells, a retired secretary and occasional freelancer, was stunned that the essay, first published in The Los Angeles Times in April 1985, has been zipping through cyberspace. She doesn't even have email. "I'm as surprised as anyone," Wells said.

Originally published on Insight Of The Day from Bob Proctor
  

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